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Más de una semana llevamos metidos en un bucle espacio-temporal, pues a la vez que estamos en días poselectorales, también son preelectorales, lo que provoca una colisión gramatical muy mala de digerir, con retortijones idiomáticos y complejas contorsiones cognitivas    Como ser posmoderno y prehistórico, o haber perdido antes de competir. Y durante todo este tiempo, como sucede siempre en los bucles temporales, se repetía la misma historia. Si la izquierda etérea y dispersa a la izquierda del PSOE todavía gobernante (Sumar y Podemos, básicamente), se uniría o no se uniría. Es decir, si la ministra Yolanda Díaz engulliría a las ministras Montero y Belarra, que no hay quien las trague y son veneno electoral. La noticia de cada día eran las interminables negociaciones, durísimas, por los puestos en las listas de la señora Montero, como si semejante necedad tuviese alguna importancia. Que me vetan, que me vetan, clamaba esta Montero. El ardid de eludir la realidad para no tropezar con ella, típico de cualquier partido y habitual de Podemos, no era viable debido a que, por el bucle espacio-temporal dichoso, ya habían tropezado con ella de lleno, haciéndose añicos. Magulladuras poselectorales, pero preelectorales. Dicen que los leones heridos son peligrosos, pero las izquierdas magulladas y desunidas son risibles, por lo que la mayoría de noticias y comentarios de esa larga negociación eran chistes. En realidad, no había nada que negociar, que son las negociaciones más feroces. Y como tampoco había tiempo (fenómeno propio de los bucles), los líderes de Podemos, a fin de ganar tiempo, convocaron una consulta exprés a las bases. Que con un 93 % de los votos les conminaron a hacer urgentemente lo que les diese la gana. Y ahí me quedé yo. Que hagan lo que quieran, zanjé, allá se las compongan con el problema de las listas y las tontas. Parece que al final sí que sumarán, aunque resistiéndose hasta el último minuto, de manera que no sé si sumarán mucho, francamente. Muy dudoso, ese consentimiento con pataleta. Que excluye a Montero. Al fin entiendo la psicosis suicida de la izquierda. No tiene nada que ver con la política, ni con la ideología, ni con derechas o izquierdas, sino con quién manda y cuánto mandará. Con el paradigma Montero, ni más ni menos. Pues eso.