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En las casas se está librando una batalla cada día. A la pregunta de «¿tienes deberes?», ya no se contesta un sí o no, sino «los deberes son ilegales». Ante semejante contestación, hay que buscar argumentos de peso. Hay expertos (y con eso de ‘expertos’ se engloba una categoría amplísima de todo tipo de profesionales que dicen ahora cómo debemos educar, contradiciéndose entre ellos incluso y mareando a los padres) que consideran que los niños ya hacen demasiado y hay que dejarles tiempo libre. Que se aburran. Que así tiran de su imaginación. Y algo de razón tienen. Habrá niños inundados de extraescolares o la práctica de un deporte de alto nivel que los deja agotados a las nueve de la noche en la cama. Pero también existe un término medio, en el que se percibe que hay una menor exigencia en el aula. Y los padres de la LOGSE (nos hacemos viejos) solo podemos quedarnos asombrados.

Después vienen las reuniones con los profesores, «debería reforzar las matemáticas», pero el chiquillo ya viene resabiado (recuerden eso de «los deberes son ilegales») y cuando le ponen dos cuentas delante, patalea y se escapa como una lagartija: «¡Los deberes son ilegales!» Algunos incluso miran a sus padres como si fuesen criminales. Y todo esto después de la pandemia, del confinamiento, de los grupos burbuja, de mascarillas y cambios en el programa educativo para adaptarse a la emergencia. Tres años después, los efectos de la pandemia aún se perciben en los niños. Y yo solo pido que si alguna madre carca propone tirar de Cuadernos Rubio para reforzar las matemáticas, en clase no se diga que los deberes son ilegales. Un poco de esfuerzo no viene mal.