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Esta es la llamada del interior y a ella quiero dar respuesta. Cuando digo interior, me refiero al interior de mí mismo. El sistema operativo que regía mis actitudes estaba muy ceñido al yo. No es ese el sistema que debe seguir rigiéndome.

El centro de interés no quiero que sea el ‘ego’ (el egoísmo) sino el ‘alter’ (la alteridad). Por años se me dijo que «la caridad bien entendida comienza por uno mismo» y me gustó tanto este comienzo que me quedé en él. Estoy queriendo instalar en mi ordenador otro sistema operacional, el de «la caridad bien entendida empieza por el prójimo».

También el Estado debería enmendar su totalidad reformateando su disco duro. El mejor orgullo de un Estado no consiste en llenar de productos su despensa, es sentar a la mesa a todos sus ciudadanos para que la compartan, la llamada ‘comensalidad’.

El pan feliz no es el pan de sobra que se come solo, sino el pan suficiente que se comparte con todos; no es el pan mío, sino el pan nuestro.

Quien en estas elecciones pretende ser elegido debe de estar dispuesto a que el bienestar de la ciudadanía se convierta en su primer amor. En unas elecciones, no se reparten poltronas cómodas para que los elegidos las ocupen, se confieren responsabilidades públicas para que los elegidos las ejerzan.