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Pues sí, duele el desafío chulesco por parte de Bildu de colocar como candidatos en sus listas electorales a antiguos etarras con delitos de sangre. Duele a sus víctimas pero también duele a cualquier ciudadano de bien que recuerde aquellos años duros de plomo, del plomo etarra, cuando ETA intentó dinamitar la Transición democrática o después cuando, ya con la democracia en marcha, continúo matando con tiros en la nuca o colocando coches bomba. Como es natural, los jóvenes carecen de esa memoria, pero ahí está la historia reciente de nuestro país, presente no solo en las víctimas sino en buena parte de la sociedad. Y no, no diré que me sorprende la insensibilidad manifiesta de quienes defienden que no pasa nada porque exetarras que asesinaron formen parte de las listas y de paso les califiquen como demócratas.

Ya sabemos que, en un Estado de derecho, cumplidas las penas dictadas por un tribunal, luego puede incorporarse a la sociedad como si no hubiese pasado nada. Pero ha pasado y por tanto la decisión de los políticos de Bildu de colocar en sus listas a exetarras es sobre todo un recordatorio de que se sienten orgullosos de su pasado, de manera que quieren que en las instituciones estén presentes aquellos que sembraron nuestro país de dolor y muerte. Es difícil comprender y reconocerse en este PSOE de Pedro Sánchez, que es capaz de elegir como socios a cualquiera que le garantice los votos suficientes para gobernar.

Ya saben, La Moncloa bien vale taparse la nariz y no cuestionar a quién te permite ser su inquilino. Y Bildu es un socio privilegiado del PSOE y supongo yo que por más que algunos socialistas digan con la boca pequeña eso de que no les gusta que haya etarras con delitos de sangre en las listas electorales, al final continuarán tapándose la nariz como han hecho hasta ahora. Está claro que este PSOE tiene dos varas de medir