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Además de ser un anticipo de los días de luz (abril, mayo y junio son meses para quedarse a vivir), lo que viene después de la Semana Santa y la Pascua de Resurrección es lo más parecido a una celebración casi tan religiosa (o más) que la anterior y marcada, además, por unos días que, cada uno de ellos, tienen categoría de día grande. Mañana es 14 de abril –la Segunda República nació en abril, con la primavera– y el Día del Libro llega el 23, domingo además este año. Ahí toca detenerse: es casi un día de fiesta y misa mayor. Y de procesión, primera totalmente laica y profana tras la Semana Santa. Todo ese día, el 23, parece lícita y hasta recomendable la envidia (que, a aveces, se confunde con la admiración) hacia quienes son capaces de poner por escrito su vida interior y dejarla al trasiego público.

Hay quienes, además, se toman esa jornada para dar con un libro concreto en una búsqueda parecida a la del Santo Grial. Asoma, también, la tercera fecha del calendario, el Primero de Mayo, «primavera guerrera de los trabajadores», al decir de Rafael Alberti, y también con aire a procesión. Este primer día del mes de mayo será también el primero de la semana y será lunes. Ojo a esa trinidad y santa casualidad porque sólo se verá este 2023 en mayo; mes que será, además, de elecciones (pero que la oda a las elecciones quede para Walt Whitman, el cantor de la democracia en América) que, por suerte y ocurra lo que ocurra, habrán pasado cuando junio ya esté aquí y, con él, esos días en los que cada vez anochece más tarde hasta que, casi sin darte cuenta, como en un cruce de caminos de ida y de vuelta, empezará a oscurecer más temprano aunque tardarás en percibirlo.

Habrá llegado entonces la gran celebración del solsticio y de la Noche de San Juan. «Gloria a Dios en las alturas, recogieron las basuras, de mi calle, ayer a oscuras y hoy sembrada de bombillas» (Serrat, Fiesta).