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Aunque con la boca pequeña, algunos socialistas de ultramar ven con escepticismo la jugada de su secretario general, Pedro Sánchez, a la hora de aupar a Yolanda Díaz como contrapeso de Unidas Podemos. Siempre en voz baja, las bases críticas entienden que Sánchez trabaja en su propio beneficio y quiere experimentar con el 28-M; considera que en función de los resultados tendrá margen para rectificar y modificar la estrategia. El presidente del Gobierno es un maquiavélico superviviente y sacrificará todos los peones que hagan falta para salvarse, o al menos intentarlo.

La izquierda del PSOE encara el compromiso electoral del próximo 28 de mayo dividida, desnortada. El escenario perjudica con claridad las aspiraciones de, por ejempleo, Francina Armengol en Balears. Del mismo modo que resulta improbable el acceso al poder del Partido Popular y Marga Prohens sin el apoyo implícito o explícito de Vox, mantener la coalición de izquierdas en el Consolat de Mar resulta impensable sin que los socialistas cuenten con la colaboración de los ecosoberanistas de Més y Unidas Podemos, junto ahora con Sumar. ¿Y si no suman? La ley D’Hondt, sabido es, castiga con dureza la parcelación del voto. Y en esto están.

Cierto es que la apuesta de Díaz tiene su horizonte en las futuras elecciones generales de ¿otoño? ¿invierno? que deberá convocar Pedro Sánchez, un margen de tiempo que se me antoja demasiado breve para cimentar un proyecto político sólido. Mientras, sin embargo, Sumar irá generando el ruido suficiente para abrir su espacio a costa de Unidas Podemos, cuyos dirigentes no ocultan su nerviosismo. El impacto que tendrá en los comicios municipales y autonómicos ya convocados puede ser trascendental en su efecto sobre el electorado morado, muy tocado en convocatorias previas como en Andalucía, Madrid o Castilla-León.

El proyecto de Yolanda Díaz tiene, por el momento, mucho, demasiado de catódico y personalista, carente de implantación territorial. Son varios los globos políticos conocidos hasta ahora –Ciudadanos, Vox, Podemos–, todos ellos nacidos al rebufo de liderazgos mediáticos pero cuyo recorrido es cuando menos todavía muy incierto. Aunque unos más que otros, claro.

Las otras bisagras

Metidos de lleno en el terreno electoral, la cosa ya puede contarse en semanas, llama la atención que para este 2023 estén, al menos en apariencia, dos bloques ideológicos en los que no hay margen para los partidos bisagra. En un caso, Cs, al que todos los sondeos ya dan por desaparecido el proyecto que fundó Albert Rivera y que Inés Arrimadas no ha logrado reflotar. Por el otro está la opción regionalista de Proposta per les Illes, al que su eventual representación no deja lugar a dudas de cuál será su posición a la hora de votar una investidura; siendo sinceros no veo a Josep Melià en un bloque en el que figure Jorge Campos. O uno u otro. Tengo la impresión de que ante esta tesitura los esfuerzos de los dirigentes del PI se centran en reforzarse en el poder municipal a la espera de tiempos más propicios para jugar sus opciones en el Parlament.