TW
0

Dos veces baño es ‘rebaño’. Somos un rebaño. Y además nos bañamos y rebañamos como nunca. En el siglo XVIII no se bañaban: se echaban polvos. Ahora los ‘polvos’ se han popularizado, se han abaratado, pero después nos bañamos. Seguimos siendo un rebaño. El rebaño de ovejas humanas que viajan a golpe de touroperadores. El rebaño de votantes que consiguen los partidos políticos que tienen éxito. El rebaño de futboleros que se pelean –y a veces se matan– por sus colores. El rebaño de televidentes que hacen lo que les dictan los anuncios. Etcétera. Yo suelo ver el televisor sin sonido. He visto al rey Felipe Sexto saludar muy efusivamente al nuevo presidente del Brasil, Lula da Silva. He pensado: caray, lo que viaja este hombre. Viaja casi tanto como Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno, que incluso se fue hace meses a la guerra de Ucrania y regresó. En ese momento he vuelto a ver cómo Felipe Sexto volvía a abrazar a Lula da Silva. He escrito un poco más, sin mirar la pantalla del televisor, y cuando he vuelto a asomarme Felipe Sexto volvía a abrazar a Lula da Silva. Y así todo el día. Lo cierto es que solo le abrazó una vez, pero como lo repitieron tanto, resulta que le abrazó tropecientas veces. ‘Parece’ que le abrazó tropecientas veces, pero aunque las apariencias engañan, ya saben lo que dicen, calumnia, que algo queda. A estas horas, a juzgar por las imágenes, Felipe Sexto y Lula da Silva ya deben de ser uña y carne.

Baño y rebaño, y otra vez baño y rebaño: así se hace la propaganda. Así se consigue el éxito. Los anuncios publicitarios dicen: «Compre», «Llame». Parece que dicen: «Llame y compre antes de morir». Porque está comprobado que si los rusos y los americanos aprietan el botón no tendremos tiempo de comprar ni Su Majestad podrá abrazar de nuevo al presidente brasileño. La repetición machacona determina la actuación del subconsciente, que es manipulable. Así consiguieron el éxito los grandes manipuladores de masas de ayer y de siempre. De este modo incluso se puede uno autosugestionar, a base de bombardear el subconsciente con afirmaciones. O con abrazos.