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El sector público ha sido y es capital en las crisis recientes. Los estímulos fiscales han resultado claves para evitar un colapso mayor. Esto han razonado las instituciones económicas más influyentes, como el FMI, el BCE, el BM y la OCDE. Es imprescindible, entonces, centrarse en las herramientas que, en el pasado, tal y como demuestran los datos, se revelaron como más efectivas: mayor inversión pública, reestructuración de las deudas, fiscalidad progresiva y cooperación público-privada. Esto se avala con investigaciones recientes. En un trabajo (2020) firmado por el premio Nobel de Economía 2019 Ryan Banerjee (véase: https://econpapers.repec.org/paper/bisbisblt/30.htm), se defiende que la fuerte retracción del PIB durante la pandemia hubiera supuesto cierres masivos de empresas si no se hubieran arbitrado estímulos económicos. Lo mismo acontece con los impactos de la guerra de Ucrania. Para este economista, en la zona euro los porcentajes de destrucción oscilarían del 10 % al 30 %.

Los estímulos evitan quiebras y mucho más dolor, en el caso de que esas medidas no se estuvieran aplicando con celeridad. La conjunción de política fiscal y política monetaria ha sido trascendental para paliar los efectos corrosivos de las dos crisis económicas más recientes, la del coronavirus y la bélica.
Ahora bien, ¿cuándo retirar esos respiradores que mantienen con constantes vitales al paciente? Para responder no se puede invocar, una vez más, como ya se está haciendo, al cacareado «miedo a los mercados». Un miedo que dejó paso al pavor, cuando las ayudas fueron retiradas antes de tiempo en 1937 y 2010, cediendo a fases de verdadero calvario económico y social, no sólo para los sectores más vulnerables de la sociedad, sino también para sus clases medias. Esto forma parte del acerbo de la política fiscal. En dirección similar, ¿cuánto y cuándo subir de nuevo los tipos de interés? Esta es la preocupación esencial de los bancos centrales, orientados a promover políticas de anclaje de la inflación. Un tema que atañe a la política monetaria.

En un reciente trabajo de Matthew Klein y Michael Pettis (Trade wars are class wars. How rising inequality distorts the global economy and threatens international peace, Yale University Press, 2020), se defiende que existe capacidad de demanda en los países más desarrollados y en China para absorber el potencial productivo sin tensiones inflacionistas.

Los autores indican que los conflictos comerciales de hoy son causados por gobiernos que promueven los intereses de las élites a expensas de los trabajadores. En todo el mundo –aseveran–, los ricos han prosperado mientras los trabajadores ya no pueden permitirse comprar lo que producen, han perdido sus trabajos o se han visto obligados a endeudarse más.

Esta investigación enlaza plenamente con aportaciones también recientes de otros economistas especializados en la economía de la desigualdad, pero con la observación de ese vértice inédito: el perfil comercial que instaura la globalización está generando desequilibrios, que se mantendrán si no existen políticas económicas mejor articuladas a los dos lados del Atlántico.