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Me enteré por la prensa de papel de que según la ONU, el martes pasado, 15 de noviembre del año 2022, la humanidad había alcanzado la inverosímil cifra de 8.000 millones de personas, o almas o cuerpos, o ambas cosas. Parece pues que, pese a nuestras limitaciones, al menos ya hemos cumplido el primer mandato del Creador: Crecedr, multiplicarnos y cubrir la Tierra. Cubrirla bien cubierta. Quizá deberíamos tomarnos un descanso, con la satisfacción del deber cumplido, pero no creo que sea posible. Porque 8.000 millones de individuos, cada uno con su identidad propia, sus caprichos y manías, sus sueños de grandeza y disfrute, constituyen una gran responsabilidad, y a ver qué hacemos con ellos. Normal que con semejante hacinamiento suban las temperaturas. Visto que el mundo es muy grande (no es un pañuelo, sino una manta matrimonial), y está muy lleno, sería aconsejable que se moderasen un poco los que se pasan el día diciendo de cualquier cosa que es «la mejor del mundo», normalmente madrileños, argentinos o tipos de Ohio, así como repitiendo el bobalicón estribillo «como sabe todo el mundo». Estribillo obsoleto, puesto que todo el mundo es nada menos que 8.000 millones, un auténtico gentío. Cuando yo nací en 1950 sólo éramos 2.500 millones (la pandemia de gripe y dos guerras mundiales habían aligerado la corteza terrestre) y estábamos bastante anchos. Se podía estirar las piernas. Pero enseguida, a finales de los sesenta y principios de los setenta, la edad de oro de la ciencia ficción, ya nos pusimos en unos 4.000, y tanto la ciencia como la literatura aseguraron que a ese ritmo el fin del mundo sería por hacinamiento y colapso demográfico, tal como profetizó el clérigo economista Malthus en el siglo XVIII. El mundo vivía despavorido por esa superpoblación, mucho más que ahora con el cambio climático, y todas las distopías hablaban de sardinas en lata. En la famosa película de 1973 Soylent Green (Cuando el destino nos alcance), el remedio, el tal destino, era la antropofagia. Así estaban entonces las cosas. ¡Armagedón por saturación! ¡Y apenas había la mitad de gente! Somos muy exagerados. 8.000 millones de exagerados.