TW
1

La gente es muy rara, y más que lo será. Yo no, yo soy como todo el mundo. Para entender lo que acabo de decir, no tengo más remedio que considerar la rareza como lo más normal del mundo. Y de ser así, que lo es, nos encontramos en una encerrona lógica donde los grifos penden del techo, y las lámparas están sobre el fregadero; todo funciona en sentido contrario, y hasta los viejos refranes han cambiado de dirección. «Como un pulpo en un garaje» implicaba estar perdido, desorientado, fuera de lugar y muy confuso, pero también extrañeza, ya que eran muy raros los pulpos en los garajes, un fenómeno poco frecuente. Y no como ahora, que al ser la gente tan rara y estar todos tan confusos y desorientados, tan fuera de lugar (yo también, cómo no), todos los garajes están llenos de pulpos. Hasta los topes, me atrevería a decir. Es lo normal. Quizá esos pulpos, que ya somos todos, se han vuelto tan raros porque constantemente ven y oyen cosas muy raras, y en consecuencia, piensan y creen cosas más raras todavía, lo que incrementa su confusión. A muchos incluso les mola estar en un garaje (virtual, claro está), se notan ahí como pulpo en el agua. No ven nada raro en su rareza, tal vez se sentirían discriminados en el lecho marino, incluso estigmatizados. Me están estigmatizando, me están estigmatizando, clamarían a coro.

Por supuesto, en los garajes llenos de pulpos también hay numerosos bribones haciendo bribonadas, pero dónde no hay bribones. No los consideraremos. Lo preocupante de los garajes son los pulpos, es decir, la rareza fuera de lugar ya tan generalizada. Dios sabe dónde acabaremos si nos desorientamos y confundimos más aún. Qué rara es la gente, caramba. Yo no, pero es yo soy una rareza. De lo más vulgar y corriente, iba diciendo. Siempre me noto fuera de lugar, como todo el mundo. ¿Qué hago yo en este garaje? ¿Qué mierda es esto? ¿A dónde iremos a parar? ¿Cuándo se come aquí? Y si estamos perdidos, ¿cómo es que no llegan los equipos de rescate? ¿Se han perdido? Es rarísimo todo, no sólo la gente en sí. El otro día intenté imaginar un futuro lógico en el que nos riésemos de aquél tiempo en el que todos los garajes estaban llenos de pulpos. No lo conseguí.