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Javi Siquier, alias Petit, es mi compañero de despacho en el CESAG desde hace 10 años. Trabaja de diseñador y se pasea por la universidad con su barba, sus pendientes y chanclas como si estuviera en el Festival de Woodstock. Por su pinta, la policía le ha parado infinidad de veces pero ahora se ha cambiado de bando. El otro día la Policía Local de Palma le entregó la cruz al mérito policial con distintivo blanco porque salvó la vida a un hombre. Javi es uno de los héroes de la playa del Peñón.
Todo ocurrió el pasado 1 de noviembre, fiesta de Todos los Santos y primer día sin socorristas en las playas. Petit paseaba con su mujer, su hija y unos amigos por el Peñón, en el Coll d’en Rabassa, cuando vieron a un hombre en apuros en el agua. Era un día de temporal, con olas de dos metros, y las corrientes allí son muy traicioneras. Él y su amigo (también de nombre Javi) no se lo pensaron. Lucharon durante unos minutos interminables para llegar hasta aquella cabeza que desaparecía entre el oleaje. En ese momento, le asaltaron las dudas: «A veces el que va a salvar también muere». La gente se aglomeraba en la playa, también la policía, pero lanzarse era muy arriesgado. «¿Dónde van esos dos locos?», preguntaban. Lluc, el hijo de su amigo, era el único que se atrevía: «Quiero ir con papá, yo también sé nadar», decía, mientras su madre lo abrazaba con lágrimas en los ojos.
Su amigo se agotó pero Petit es muy duro. Por las mañanas hace surf y luego pedalea 22 kilómetros para venir a trabajar. Agarró al hombre y con mucho esfuerzo consiguió arrastrarlo hasta la orilla. La gente les ovacionó y las dos familias se abrazaron llorando. Petit preguntó al hombre cuántos años tenía. Le dijo que 60 y él respondió: «No te preocupes, vas a cumplir muchos más».

Los dos Javis se tomaron después una foto exultantes en la playa. Petit viste unos vaqueros cortos. «No me los quité porque no llevaba ropa interior. Me fueron mal para nadar, pero no podía rescatar al hombre en pelotas. ¿Te imaginas que salgo del agua así?», cuenta riendo.

Mi compañero de despacho es un salvaje moderno, como Bodhi. No le gusta figurar. Ni siquiera contó esta historia en el despacho. Nos hemos enterado ahora porque le han dado la medalla. Otro día encontró una cartera con 600 euros en la playa y devolvió todo. «¿Para qué quiero ese dinero? No lo necesito para ser feliz», dice.