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De los dirigente de Unidas Podemos y asimilados se podrá decir de todo menos que mientan, a diferencia de lo que hace el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que es capaz de decir una cosa y la contraria casi en la misma frase. Por eso, toda alusión a que quieren cargarse las instituciones públicas desde dentro hay que tomársela muy en serio. Esta introducción viene a cuento de la frase pronunciada por el nuevo ministro de Universidades, Joan Subirats, de que habrá que hacer «alguna forma de consulta de un cambio en la estructura del Estado». Ni más ni menos. La prueba de que el hombre es coherente consigo mismo está en que ya participó en la consulta ilegal del 1-O de Cataluña y presumió de ello con una foto del acto que colgó en Twitter. Y para remachar que no se trata de una opción puramente personal, su colega ministerial e ideológica Irene Montero aludió con claridad meridiana a un referéndum en Cataluña.

De nada valen, pues, las negativas al respecto de su socio mayoritario en el Gobierno, el Partido Socialista Obrero Español, ya que éste ha ido traspasando sucesivamente todas las líneas rojas que le ha ido poniendo en principio a la resolución del conflicto catalán. La última, la mesa de diálogo, de donde habrá que salir con alguna especie de acuerdo susceptible de ser votado, aunque se le disfrace semánticamente con una denominación que no chirríe demasiado con nuestras normas constitucionales.

O sea, que debemos preocuparnos. Las frases de los ministros de la extrema izquierda no están dichas a beneficio de inventario sino que son en sí mismas una preparación para el referéndum u otra actuación similar que se avecina, contraviniendo así todas las normas legales de respeto a nuestra convivencia.