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Declaraciones muy desafortunadas y falsas del señor Pablo Casado, con seguidismo acrítico en los conservadores baleares: la quiebra y el rescate de la economía española. Ante afirmaciones de tal calibre, urge mirar las cifras. Porque ningún dato objetivo avala tal aserto. Veamos variables diversas, que provienen del INE y del Banco de España, es decir, no forman parte del cuerpo estadístico del Gobierno. De una caída súbita del PIB en 2020, a causa del impacto de la pandemia, se está pasando ya a indicadores positivos con cifras del segundo trimestre de 2021. El PIB está creciendo, con fuerza: a una tasa superior al 4 %. Para 2022: cifra próxima al 5 % que, según el FMI, será la más robusta de la zona euro. El avance en el mercado de trabajo es igualmente tangible: de caídas superiores al 20 % en afiliaciones a la Seguridad Social, estamos ahora (setiembre de 2021) en variables cercanas al cero, con disminución, además, de los trabajadores en ERTE: de casi 900.000 en febrero a unos 250.000 en septiembre. Se está generando ocupación, de manera que la tasa de paro se ubica en torno al 14 %. La inflación subyacente –descontando alimentos y energía– no llega al 1 %. Los datos de Baleares están en esa misma tendencia.

Por otra parte, el stock de crédito ha crecido en el sector empresarial, y la demanda de crédito está volviendo a la normalidad, sin que se aprecien restricciones de oferta de manera significativa. La morosidad de la cartera de préstamos de los bancos mejora: del 9,6 % en diciembre de 2014 al 4 % en la actualidad. Además: 1,1 millones de operaciones a empresas/autónomos con avales ICO, por importe de 128.000 millones de euros. La prima de riesgo está en 63 puntos (102 en Italia, 123 en Reino Unido, 171 en Estados Unidos (https://datosmacro.expansion.com/prima-riesgo). Con Rajoy llegó a más de 375 puntos. No solo no hay el más mínimo indicio de quiebra, sino que tampoco existe inquietud con la solvencia financiera del país. Se debería ser más atinado cuando se hacen declaraciones vehementes y solemnes: las cifras son demoledoras.

La política económica implementada es de gasto público, que contempla un componente básico en la inversión. Esta palanca se ha revelado siempre crucial en escenarios de crisis: la inversión pública y el gasto público tienen efectos multiplicadores sobre la inversión privada y el consumo de las familias. Recetas que contemplan bajadas de impuestos indiscriminadas y ajustes fiscales no han hecho más que agravar una situación económica que ya era penosa. El ejemplo de la Gran Recesión es ilustrativo, y ha sido explicado de nuevo por Adam Tooze en su reciente libro (El apagón, Crítica, 2021). Llama la atención que economistas académicos sigan invocando recetarios fallidos, ignorantes de la más reciente historia económica, con declaraciones grandilocuentes que descansan más en la teología económica que en el contraste de los datos. Y que ciertos políticos crean en tales aseveraciones, sin más alternativas que la implementación de flexibilidades de mercados y bajadas impositivas, denota la dimensión de una ignorancia supina o, lo que es peor, de una mala fe clamorosa.