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Primera: A principios de septiembre, presencié una escena peculiar. Ocurrió en un restaurante de Palma. En una mesa cercana a la nuestra empezaron a discutir. Por supuesto, me desentendí de los míos y puse el radar. Había dos personas que se defendían del ataque del resto de comensales. «Me he vacunado por responsabilidad colectiva», decía uno de los hostigados, «no por tonto o ingenuo. ¿O tú sabes algo que yo ignoro?». La cosa siguió unos minutos más, pero los de mi mesa me reclamaban y tuve que olvidarme de los vecinos.

Segunda: Esta semana me comunicaron por WhatsApp que un excompañero del colegio había fallecido. Pregunté de qué había muerto y me contestaron: «Cáncer. Le salió un bulto en la espalda y no le prestaron la debida atención por culpa de la COVID». No supe qué decir a eso.

Tercera: Hoy, antes de sentarme a escribir este artículo, me he metido en Facebook y he leído a una mujer vacunada defender el derecho a no vacunarse de aquellos que no quieran hacerlo. Decía: «Es una decisión individual sobre la propia salud y punto».

Yo trato de armar el puzle de la realidad, pero siento que me falta alguna pieza.