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Me cuenta un sueco dedicado al sector inmobiliario que para su última transacción materializada con éxito le ha bastado una visita virtual con el móvil. Los compradores, desde su país de origen, adquirieron así un casoplón en Mallorca de un par de millones de euros. Porque, sepan, las viviendas de lujo han continuado su imparable ascenso de ventas en plena pandemia. Vamos camino de otra burbuja que nos dejará tiritando, al menos a los españoles, que no podemos competir con los salarios de nuestros vecinos europeos. A nuestros hijos sólo les quedará la morralla para soñar con una vivienda en propiedad e igualmente a un precio desorbitado porque así funciona la ley de la oferta y la demanda. Y todo dios quiere tener casa en Baleares.

La invasión silenciosa es ya tan visible e imparable que hemos perdido la batalla. Baleares se vende sin freno a capital foráneo, lo que supone una subida de precios insostenible. Hace poco una portada revelaba que el 40 % de las viviendas que se construyen en Mallorca las compran extranjeros, seguramente a compatriotas, añado, que han visto la oportunidad de negocio sin riesgo en la intermediación. Esta es la antesala de la especulación de los pudientes. La mayoría son europeos, beneficiarios de las ventajas del mercado único, la ciudadanía comunitaria y la libre circulación entre estados miembros.
El impacto en la economía local es discutible porque abundan los casos en los que el extranjero contrata a un constructor de su país, que se trae su propia colla o la monta rápido con mano de obra barata de Europa del Este o Latinoamérica. Como mucho aquí ingresa el proveedor de materiales para la vivienda, un arma de doble filo con el efecto de una incontrolable subida de precios. Pedir presupuesto en Baleares para cualquier instalación es enfrentarse a una cuenta de escándalo y a plazos eternos de quienes se saben necesitados como agua de mayo, sin recordar la crisis que les dejó en cueros hace 10 años.

Ya fuimos muy chulos en este país al aprobar las ‘Golden Visa’, una especie de pasaportes de residencia exprés para ricos extranjeros no europeos, la mayoría de China, India, Rusia y EEUU, en este orden. Basta con invertir 500.000 euros en un inmueble en España, entre los que se aceptan solares, así que lo de residir es un eufemismo. Algunos alertan de que puede atraer capitales de dudosa procedencia. Por no llamarlo blanqueo. La Golden Visa, por cierto, sólo obliga a permanecer en España siete días al año, frente a los permisos de residencia regular, que exigen una estancia anual de seis meses. Así que esta es otra forma de conceder prebendas a cambio de ladrillo.