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Aunque como se reconoce desde la patronal Asaja, el campo mallorquín no está en una situación tan dramática como en la Península a causa de la sequía, lo cierto es que la ausencia de lluvias desde los primeros días del pasado mes de marzo y las malas previsiones para las próximas semanas dibujan un panorama sombrío para el mundo agrícola. El calor de estos días, además, en nada ayuda a paliar la escasez de previsiones que amenazan determinadas cosechas de cultivos de secano; algunas de las cuales ya se han adelantado para evitar pérdidas definitivas. Podría decirse que el sector primario vive en estos momentos de las rentas en forma de lluvias que dejó el paso de la borrasca Juliette.

Un escenario complicado.

Nada hace presagiar la llegada de frentes que aseguren lluvias suficientes para paliar la sequía; tampoco en la Península, donde no es exagerado hablar de una situación desesperada. No cabe duda de que no tardarán en hacerse patentes las consecuencias en la caída de la producción agrícola y ganadera. Todo ello tiene un efecto asegurado en los mercados con un inevitable alza de los precios. Con esta coyuntura tan desfavorable, la anunciada contención de la inflación en los productos de la alimentación, como viene anunciando el Gobierno, se antoja una quimera. El bolsillo de los consumidores seguirá castigado sin remedio, al menos a corto y medio plazo.

Medidas preventivas.

El siempre imprevisible comportamiento de la meteorología no puede ser un pretexto para tratar de elaborar planes de contingencia en el caso de que se prolongue este episodio de sequía, tanto en lo que afecta a la agricultura como en el abastecimiento de la población. Es el momento de preparar la red de desaladoras para garantizar su pleno rendimiento y planificar las extracciones de los acuíferos para evitar la salinización. Prevenir debe ser la prioridad para evitar las restricciones.