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Las empresas de Baleares se muestran incrédulas ante el plan piloto de implantación de la semana laboral de cuatro días, una experiencia que se limita al sector industrial según la convocatoria de ayudas públicas. El principal inconveniente que argumenta la patronal es que la modificación es inviable en una actividad tan vinculada a la demanda estacional del sector turístico, factor al que se añade la falta de profesionales para poder atender la puntas de demanda durante estos meses. La que se considera como una de las mejoras laborales más progresistas no convence a los empresarios, los cuales no ocultan su incredulidad con respecto a sus posibilidades de implantación –al menos de manera generalizada– tanto en las Islas como en el resto del tejido productivo español.

Experimentar las consecuencias.

El plan piloto del Ministerio de Industria es razonable, al menos en la medida de posibilitar a las empresas la experiencia que puede significarles el cambio organizativo que supone una semana laboral de cuatro días. Peor sería una implantación obligada. Sin embargo, las reticencias empresariales son manifiestas desde el primer momento, las dudas sobre la eficacia de este nuevo esquema de trabajo son muchas; en especial en lo que se refiere a la posibilidad de atender la demanda en una economía tan estacional como la balear. La manifiesta falta de entusiasmo hace augurar un fracaso en las Islas con respecto al nuevo modelo de esquema laboral de las empresas.

Cuestión de tiempo.

Sólo el tiempo permitirá determinar si es factible que se asuma una semana laboral de cuatro días sin que las empresas pierdan competitividad, porque este tránsito requiere tiempo y adaptación a las nuevas exigencias de mejoras sociales de los trabajadores. Muchos de los avances logrados también fueron considerados obstáculos insalvables antes de su aplicación, estamos ante un caso similar.