Desde 2012, Vikrampal es maestro de Kundalini Yoga y especialista en el uso terapéutico del Gong.

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Después de dedicarse durante 25 años a la gestión empresarial y la enseñanza universitaria, «tras una impactante experiencia transpersonal», en 2012 Vikrampal Singh (Madrid, 1962) le da un vuelco a su vida. Lo deja todo y se forma en India, Estados Unidos, Suecia, Polonia o Francia; estudia a Rudolph Steiner; se sumerge en el Kundalini Yoga, y se especializa en el uso terapéutico del Gong. «Se necesita coraje para dar ese paso, el coste es muy alto. Pero no puedes transformarte si eres la misma persona», expresa el mentor y musicoterapeuta, que este fin de semana ha impartido una formación sobre los Baños de Gong en Sadhana Works, «una empresa de estilo de vida consciente que pretende situar la Isla como referente en el turismo de bienestar».

Hace una década, su vida era muy distinta...
— En 2012 decido dar un giro en mi vida. Durante 25 años trabajé como CEO de un grupo de empresas familiares, y lo alternaba con la docencia universitaria, como profesor de Marketing Industrial en la Universidad Pontificia de Comillas. Siento un impulso interno para dejar de trabajar con máquinas, alejarme de la ingeniería, y empezar a trabajar con personas. Empiezo a formarme en terapia sistémica, coaching transpersonal, antroposofía o triformación social, y luego entro en Kundalini Yoga. Al empezar a practicarlo con más intensidad, comienzo un proceso de transformación muy profundo.

¿Cuáles fueron los motivos que te impulsaron a dar ese giro tan radical?
— Parafraseando a Juan de la Cruz, se dice que muchas personas inician su transformación desde una noche oscura del alma. No es mi caso. Yo estaba muy bien posicionado en el sector industrial y en la universidad, social y económicamente. Pero internamente había algo, como un pulso muy fuerte, una voz que me decía: «Puedes hacer algo diferente». Pensaba «estoy un poco loco»; pero al final, una persona loca es la que se atreve a hacer lo que otros no hacen. Y también hay que tener el coraje para hacerlo. Porque renunciar a todo…

Renunciar a todo significa aceptar la respuesta de tu círculo…
— Claro. Para mi familia, amigos y conocidos me había vuelto loco. De hecho, estuve tres años sin tener contacto con mi familia. Pero al ver la evolución, el crecimiento y el impacto, todo aquello que se aleja vuelve a acercarse. A veces hay que tener el coraje de dar el paso, sabiendo que tiene un coste muy importante. Pero no te puedes transformar siendo la misma persona, si no cambia tu entorno, interno y externo. Es parte del desapego necesario para transformarse.

¿Comprendiste su posición?
— Por supuesto, la base es el respeto. Para mí, esto es clave: tenemos que respetar la forma de ser y pensar de cada individuo. Es un grave problema social, hoy se nos polariza con todo. En el planeta somos ocho mil millones de personas; cada una ve la vida a su modo. En mi camino siempre he respetado todas la opiniones y las formas de ser, porque todas las personas que se han acercado a mi, especialmente las que ven las cosas de forma distinta, me han enseñado algo. Algo que puedo hacer o algo que debo evitar. Todo el mundo tiene la capacidad de enseñarte algo. Nuestro lema es que el Gong lo abraza todo: abraza todo lo que viene a ti.

Yendo al tema central de la entrevista, la meditación no consiste en dejar la mente en blanco...
— Así es. Creo que es un error de traducción de los primeros libros llegados desde Asia en los años 70. La mente siempre está en movimiento, luego es imposible dejarla en blanco. Solo conduce a la frustración. La meditación es un viaje hacia dentro. «Mirad, el reino de los cielos está dentro de vosotros», dijo Jesús de Nazaret. Hay una barrera entre lo que está dentro y lo que está fuera; entre la energía y la materia. Vivimos muy enfocados en lo material, y olvidamos que somos energía. Cuando vamos hacia dentro nuestros sentidos se desconectan del afuera. Este viaje nos desconecta del exterior, del espacio y el tiempo. No es más que un camino para estar contigo mismo. El gran reto es descubrir quiénes somos: la respuesta se halla en nuestro interior.

Entonces, ¿el Gong es un vehículo para realizar ese viaje interior?
— Claro, porque meditar es muy difícil. Para meditar como un yogui necesitas una práctica de decenas de años. Yo medito todos los días desde 2010. Para ir profundo en la meditación, necesitas una gran capacidad de concentración, de observar tu mente; debes desarrollar la musculatura de la espalda, para sostener la postura; debes controlar tu cuerpo físico cuando tu cerebro te manda un picor a la nariz… Meditar no es fácil: requiere tiempo, disciplina y alguien que te guíe. La gran ventaja de la meditación con sonido es que lo único que tienes que hacer es tumbarte, cerrar los ojos y tratar de no dormirte. En menos de 90 segundos, el Gong te lleva al espacio de meditación que los yoguis tardamos décadas en alcanzar.

¿Cuáles son sus particularidades como instrumento musical?
— Es un ideófono, genera sonido por sí mismo. Percutir el Gong es como activar una orquesta sinfónica, con la capacidad de crear sonidos binaurales y múltiples tonos. El Gong impacta sobre el cerebro, cambiando el patrón de onda y desconectando el neocórtex, lo que nos permite entrar en contacto con el cerebro límbico, donde se encuentra el campo emocional. Aquí podemos conectar con una determinada emoción, bloqueo o microtrauma. Se produce una liberación emocional. El sonido del Gong también afecta al corazón, ralentizando el ritmo cardíaco y logrando una respiración más lenta y profunda. Nos induce un estado de profunda relajación. Pero también tiene otro efecto: como nos tumbamos con las plantas de los pies orientadas hacia el Gong, las ondas de sonido impactan en ellas, y desde ahí se produce un masaje de los órganos por una cuestión de reflexología podal. La vibración afecta también a los tendones y los tejidos musculares, produciendo una relajación de la musculatura.

Partimos de la premisa de que somos agua...
— Si analizamos nuestra composición corporal, más del 60 por ciento es agua. El sonido impacta en los 72 billones de células del cuerpo. Ese es su poder transformador: sacudir las células y, por un principio de resonancia acústica, hacer que entremos en una vibración adecuada.

¿En qué consiste un Baño de Gong?
— Es una metodología que procede del Kundalini Yoga, creada por Don Conreaux, siguiendo las indicaciones de su Maestro Yogi Bhajan. Para que se produzca un efecto, se necesitan 45 minutos de sonido de Gong. Esta vinculado con los ciclos de sueño. El baño reproduce una de las etapas que transitamos durante el sueño, y el efecto puede permanecer en nosotros durante once días. En este tiempo seguimos con nuestra vida normal, pero la autoobservación es esencial: qué viene a nuestra vida, qué se va y qué se queda.

Su formación se dirige a profesores de yoga, terapeutas, músicos o psicólogos y psiquiatras. ¿Cómo se percibe la musicoterapia desde la comunidad científica?
— Lo más importante es aclarar que no es alternativa, sino una terapia complementaria. El terapeuta de sonido puede trabajar en equipo con el médico de cabecera, el psicólogo o el psiquiatra en casos de estrés, ansiedad o depresión. Incluso complementamos tratamientos en el posoperatorio del cáncer. Como terapeutas de sonido no diagnosticamos, sino que trabajamos con el diagnóstico médico y en colaboración.

¿En qué estado se encuentra la musicoterapia en España?
— Está bien reconocida. Tengo el Máster de Musicoterapia por la Universidad Autónoma de Madrid, en la Facultad de Medicina, y me capacita para trabajar en hospitales. Cada vez tiene más peso, y tiene un gran impacto: tanto la música como la terapia de sonido tiene un gran poder de regenerativo y recuperador en procesos de estrés, ansiedad, insomnio e incluso depresión. Es un aporte importante a la sociedad y a la economía porque, por ejemplo, una baja laboral por cualquiera de estos aspectos se puede reducir mucho tiempo. Ahora enfoco mi labor en publicaciones científicas, para demostrar el efecto de la terapia del sonido con Gong sobre el ser humano.

¿Es apto para escépticos?
— No funciona si tienes una actitud negativa. El pensamiento crea realidad. Se necesita es una actitud neutral, con ganas de experimentar y ver qué sucede. El año pasado realizamos un estudio científico en 16 países, tomando una muestra de 1.400 personas. Medimos el impacto del Baño de Gong sobre esta población y los resultados fueron increíbles: en solo 45 minutos se alivia el dolor, se tiene más vitalidad, se reduce la sensación de estar enfermo, te libera del estrés y la ansiedad, y te ayuda a dormir mejor. Ya estamos preparando el paper. Para mí es importante que tengamos un lenguaje espiritual, pero que cuando hablamos de la terapia de sonido también lo hagamos desde el lenguaje neurocientífico.

¿Por qué cree que tanta gente abraza hoy las corrientes filosóficas y espirituales orientales, de bienestar y autoconocimiento?
— Es muy sencillo. Nuestro estilo de vida está en el límite del estrés. Nos genera insomnio, por lo que no tenemos la mente clara. Entonces me preocupo en exceso por un futuro que es muy posible que no suceda. Esto me genera ansiedad y, si no sé gestionarla, puedo acabar con depresión. Pero tenemos un impulso por mejorar nuestra calidad de vida. ¿Qué buscamos? Espacios de reconexión y meditación, donde estar con uno mismo. Nuestro anhelo es descubrir quiénes somos. Esta clase de prácticas son vehículos que nos permiten llegar a este destino.