En su obra, mientras recorre la Serra, el doctor Amengual rememora a todos aquellos que la habitaron en tiempos pretéritos.

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El otoño de 2020 llegaba a su fin. Fueron días fríos, de intensas precipitaciones, viento, nieve y granizo en las cotas altas de la Isla. Pero el viaje ya estaba dispuesto, y abandonar no estaba entre los planes del doctor Carles Amengual (Selva, 1956) quien, a lo largo de nueve días, realizó la Travessa de la Serra de Tramuntana, en supervivencia y en solitario, alimentándose de lo que le brindaba la naturaleza y pasando la noche a la intemperie. Este médico homeópata, biólogo y estudioso de las plantas medicinales, con 35 años de investigación culminados en su tesis doctoral Flora Medicinal de les Illes Balears, presentó ayer su nueva obra Travessa en supervivència de la Serra de Tramuntana, editada por el Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Mallorca, en el Jardí Botànic de Sóller.

¿Qué le impulsó a realizar la Travessa de esta manera?

—Hubo dos motivos: debía realizar el trabajo final para el Máster de Técnicas de Supervivencia en la Naturaleza de la Universidad de Granada. Y quería encontrarme con mis raíces: todos mis abuelos provienen de la Serra. Quería sentir cómo vivían entonces.

¿Qué aporta un viaje así?

—Es un viaje al exterior, a las circunstancias y a lo que venga; pero también es un viaje interior. Te marchas solo, sin comida, sin la comodidad del hogar. Cada día agradeces despertar y lo que te depara el camino. Sales de tu zona de confort. Es como un proceso de hormesis: exponerse a una situación así te hunde o te refuerza. No hay que tener miedo, pero sí debes ser prudente: debes volver a casa sano y salvo.

Dátiles de palmito, madroños, almendras crudas, caquis y naranjas, pétalos de romero, estepa joana y brezo o bellotas fueron su único alimento. No se requiere una gran ingesta calórica...

—Comía poquísimo. Todo es ir hacia delante. También lo he entrenado, y el cuerpo aguanta perfectamente. Lo que se necesita es decisión. Caminaba tira, tira, desde el amanecer hasta el ocaso. No es lo mismo el hambre que el apetito. La naturaleza es una escuela: nos enseña nuestros límites, a relativizar nuestras preocupaciones y a valorar nuestra vida.

Su viaje se encuadra en las leyes de la vida del Nobel de Medicina Alexis Carrell: la conservación y la transmisión de la vida, y la elevación de la consciencia.

—Todos los humanos debemos transmitir y ayudar, y como dijo Ramon Llull, tener buenos amigos; que nos transmitan sus conocimientos, para realizar nuestro camino. Debemos escuchar y aplicar lo que nos enseñan.

En su viaje también seguimos las huellas de la Historia. ¿Qué nos cuenta la Serra?

—La Serra nos lo cuenta todo. En Mallorca no ha existido un siglo sin guerras, epidemias, invasiones o desastres naturales... El esfuerzo continuo por la supervivencia ha marcado nuestro carácter.

También encontramos momentos de gran intimidad, en los que revela su historia familiar, con un final estremecedor. ¿Cómo se enfrenta a esos pensamientos?

—No todo es color de rosa, y los hechos deben permanecer. La vida humana es un milagro, nuestra misión engrandecerlo. Cuando piensas en todo lo que ha pasado, las historias de austeridad que te contaban tus abuelos... Y hoy nos encontramos en el otro extremo, en el desperdicio de los recursos.

En su viaje le acompañan Ramon Llull, Costa i Llobera o el Arxíduc Lluís Salvador...

—Me acompañan en mi mente. Todo lo que sé me ha llegado por la historia familiar, o por la lectura. Ellos nos han contado cómo era la Serra, qué había, qué historias esconde. Cuando contemplas el paisaje con ellos en mente, es otra cosa.

Es guía de montaña y el director del Natura Camp Lluc. ¿Cree que niños y jóvenes están demasiado alejados de la naturaleza?

—Sí, desgraciadamente sí. Conviene volver a la naturaleza: se experimenta el esfuerzo que necesita nuestro cuerpo; se contempla la belleza y la inclemencia, la realidad de la vida. En definitiva, nos hace más fuertes. Nos enseña a tolerar el sufrimiento, y después todo sabe mejor.

Se encuentra con un joven corredor, con un grupo de ‘scouts’ o con senderistas. Hay muchas formas de aproximarse a ella.

—Así es, pero todos deben vivirla con admiración y respeto. Se debe venerar su inmensidad, pero ser consciente de que es superior a nosotros. Nuestras limitaciones están más lejos de lo que imaginamos, pero cuidado, porque somos de carne y hueso.

¿Cómo animaría a la gente que desea experimentarla, pero no da el primer paso?

—Hazlo ahora, nunca serás tan joven. Pero prepárate bien, realiza actividad física previamente. Ves a disfrutar, siempre con respeto: has de transitarla y que no se note el camino que has trazado. Porque hoy se hacen desastres: ¿cómo quieres que los payeses de la montaña te reciban con los brazos abiertos?