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En Cuesta abajo, uno de sus tangos más intensos, Carlos Gardel cantaba «Era para mí la vida entera, como un sol de primavera». El tema resuena en esta mañana brumosa y gris, como sacada de una novela de Robert Louis Stevenson. Esa atmósfera melancólica no alcanza para definir al tango, una danza con más aristas que una estrella de mar, pero, sobre todo, un diálogo mudo de conexión. Y quién mejor que una argentina, avezada instructora de esta sensual coreografía, para desgranar los beneficios que aporta el tango. Nos reunimos con Celia Vega, llegó en 2019 procedente de Rosario, un bullicioso núcleo bañado por el río Paraná, cuna del mejor futbolista de todos los tiempos. Allí se desempeñaba como instructora de Yoga y Tai chi, campos que aplicaba desde su terapéutica atalaya al tango.

Celia afirma sin rubor estar «casada con el tango». Lo lleva en la sangre, «mi padre era músico y a mi madre le gustaba cantar, ambos bailaban tango e iban a festivales». Estaba escrito, solo era cuestión de tiempo que enarbolara «la bandera cultural del tango». Aunque, en su opinión «todas las danzas del mundo tienen su importancia», el tango está un paso por delante: «El tango es una danza de a dos que sirve para comunicarse con el otro en forma física, no hay comunicación verbal, aunque sí códigos». Entender esos códigos es todo un arte. De su relevancia habla el hecho de que esta danza «se baila en todas las ciudades del mundo».

Me apuesto un penique que nuestra protagonista añora las famosas milongas que se arman en cualquier rincón de Rosario para sorpresa de transeúntes y curiosos. Shows que, lejos de su amateur apariencia, desgranan coreografías precisas que funcionan como un mecanismo de relojería. Creaciones espontáneas que animan las calles con el fraseo de Gardel y los acordes de Piazzolla. Según Celia, el brillo del tango, así como el ritmo de su melodía, sólo son superados por la experiencia del abrazo. «El tango se baila con un abrazo. Es mágico y sensual». Sabe de lo qué habla, su especialidad es el tango terapéutico. Una disciplina que en su país cuenta con el respaldo de la Fundación Favaloro, conformada por «profesionales de diferentes ramas de la medicina». Los beneficios que reporta su práctica repercuten en «la comunicación, coordinación y motricidad».
Hay más. Afirma Celia que «el tango disminuye los síntomas de ansiedad y depresión, ayuda a socializar y fortalece el estado de humor, hay tratados de cardiólogos que lo atestiguan». La psicología también se postula de su lado, según el psiquiatra Federico Trossero, especialista en tango terapia, al ser un baile de abrazo intenso ‘libera neurotransmisores y neurohormonas que favorecen distintas funciones a nivel fisiológico y cerebral’.

Los talleres de Celia se prolongan entre «tres y cuatro meses», y su público suele ser mayormente «mujeres de todas las edades y nacionalidades», aunque también «vienen muchos hombres». Según la experta, una hora a la semana es cuanto se necesita para dar un giro a nuestra vida con esta práctica que «te permite conocerte mejor y tomar conciencia del cuerpo que habitas».