Amanda fotografiada con el personal médico que la atendió en la UCI. | Click

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El pasado domingo, a través de ultimahora.es, os conté lo que le ha pasado a una buena amiga nuestra, y de muchos de vosotros, Amanda Jeffrey, políglota –habla varios idiomas–, Licenciada en Filología Inglesa, profesora de inglés con un método muy particular con el que aprender este idioma; en ocasiones reportera –ella es autora de un magistral reportaje que se hizo viral: Mallorca no es Magaluf/Mallorca is not Magaluf; un corto hecho en Magaluf en temporada alta, entre hooligans y borrachos, en el que echó mucho valor–, y colaboradora del Majorca Daily Bulletin e IB3.
Amanda está felizmente casada, y es felizmente mamá.

El comienzo

Pues bien, recientemente, una tarde que llegó a casa tras haber estado en IB3, se sintió mal. «Debe de ser el cansancio», se dijo. Se acostó temprano y al despertar, notó que no podía moverse con la facilidad de otras veces. Y lo peor, que a medida que transcurrían los minutos, pies y manos se adormecían hasta tal punto, que al echar a andar, se cayó. Entonces pidió a su marido que la llevara a la Policlínica, puesto que está muy cerca de casa. Mientras tanto seguía notando que cada vez se podía mover menos, que apenas podía hablar, que también veía menos… «¿Pero qué me está pasando…?», se preguntaba, ya completamente desorientada y angustiada…

A veces sube la escalera animada por su padre, que se sitúa por delante de ella...
...y a veces hace el mismo recorrido, pero sola, a fin de ganar confianza en sí misma.

Una vez que la vio el endocrino de la Policlínica, ordenó su ingreso en la UCI, ya que, tras hacerle unas pruebas, detectó que estaba sufriendo el no muy conocido Síndrome Guilliain Barré. Una vez en ella, le provocaron el coma, en el que permaneció durante cuatro días.

Pensó que se iba a morir

Semanas después, tras salir de la UCI, y hacerse una foto con todo el equipo que la había estado atendiendo, estando en la cama de su habitación, la visitó el cura de la Policlínica. «Me imaginé que venía a verme porque me iba a morir… Le escuché, pero en ningún momento pronunció la palabra muerte, ni hizo la menor alusión a ella. Pero cuando me quedé sola, hablé con Dios. ‘Imagino que esto es el fin’ le dije. Así que si es Tu voluntad, que sea, pero creo que me quedan muchas cosas por hacer en este mundo… Está claro que estaba equivocada, que no me había llegado la hora, porque si no, no estaría aquí. Pero eso no quita que sea un toque que me da la vida…».

Cada mañana tratando de recuperar la escritura a base de ejercicios.

Desde hace unos días, Amanda está en la clínica de la Cruz Roja. «Me han mandado aquí para que haga la rehabilitación. Pues como quien dice, he de aprender todo: a moverme, a escribir…»
Y en esas nos la encontramos anteayer, cuando la visitamos de nuevo, aunque a diferencia de la primera vez, mejorando adecuadamente.

En silencio, observamos como escribía, despacio, pero cada vez con más seguridad. Luego, acompañada por su padre –que junto con su mami han permanecido siempre a su lado, a veces haciendo de tripas corazón, pues hubo momentos difíciles–, llegaron a pie de la escalera. El padre, por delante de ella, la animaba a que subiera los escalones. Poquito a poco, pero cada vez con más seguridad, los iba dejando atrás. Subía muy concentrada, mirando fijamente a un punto de los escalones. Al llegar al último, sonrió, dando un abrazo a su padre.

«Pues ya me ves. Y así cada día, trabajando la psicomotricidad fina y gruesa. Fina, porque vuelvo a aprender a escribir, y gruesa, subiendo escaleras y caminando, de lo que está muy pendiente mi papi. Ni que decir tiene que mi agradecimiento es total tanto a médicos, como enfermeros, celadores, fisios y a todo el equipo… Voy poc a poc, però amb bona lletra». Y apostilla: «Cuando uno detecte que sus extremidades se paralizan, pueden salvar la vida sometiéndose a una prueba en la que te sacan un poco de tu médula, con lo cual te confirman enseguida que tienes el Síndrome que yo padezco».
Amanda, por Navidad, ha vuelto a casa, con su familia.