Carlos, junto a unos indígenas durante una de las travesías en canoa. | Mark Fox/ Freya Watkinson

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Carlos Heine Fernández (Maó, 1992) es un joven mallorquín que organiza expediciones en canoa por el Amazonas y facilita la logística para grabar documentales en la selva peruana. Es el fundador, junto a su pareja, la neozelandesa Freya Watkinson, de Amazon Canoe Challenge, con sede en Perú. Este joven de Son Espanyolet y antiguo alumno de San Cayetano, estudió Economía en la UIB, pero un día tuvo un accidente en moto y decidió viajar para ver mundo.

¿Cómo se mete un economista a guía de expediciones turísticas en el Amazonas?
—Buff, estudiar Economía llegó por inercia. El momento del cambio fue cuando tuve un accidente de moto saliendo de la oficina, un miércoles cualquiera, del que no acabé muy bien parado; y me di cuenta de que en cualquier momento ya no estamos aquí. Ahí me dije, en el mismo hospital, cuando pueda caminar cojo la moto (bueno, otra, ya que la del accidente quedó hecha un bote de aceitunas) y me voy a ver mundo. Empecé a viajar y, de casualidad, acabé trabajando en una empresa británica de expediciones en Mongolia, Siberia, países subsaharianos y en Latinoamérica. Así fue como conocí el Amazonas y me enamoré enseguida por la cantidad de territorio que queda por explorar, la increíble cultura de las comunidades indígenas, y la fauna y flora; es como un mundo paralelo.

¿Qué tipo de trabajo desarrolla en Perú? ¿Es emocionante, estresante...?
—Nuestro plato fuerte es el Amazon Canoe Challenge, una regata de siete días en el río Madre de Dios, donde los participantes reman en canoas tradicionales de madera. El reto es conseguir llegar de una estación biológica a otra acampando con comunidades nativas Machiguenga y Harakbut, en la selva o las playas de los ríos. No van solos, obviamente, tenemos un equipo de rescate y controles a lo largo de la ruta. También montamos expediciones más centradas en la flora y fauna y en la cultura indígena para quienes quieran llevar un ritmo más pausado. Aparte, gracias a nuestro conocimiento y relación con las comunidades locales, nos hemos dedicado a montar logística para expediciones y documentales sobre todo, especializados en comunidades indígenas amazónicas y su conflicto con la deforestación y el narcotráfico. El trabajo es emocionante y a veces puede ser algo estresante, sí.

Imagen de una de las excursiones. Foto: Mark Fox/ Freya Watkinson

¿Quiénes suelen ser los clientes?
—Los clientes son gente con experiencia previa en expediciones off grid, buen nivel físico y sobre todo mental. La gente contacta con nosotros, concertamos una llamada y de ahí, si vemos que son buenos candidatos, los aceptamos. La mayoría son norteamericanos, ingleses y europeos. Ningún español todavía.

¿No es un trabajo peligroso? Los ríos, la selva, los narcos...
—Puede serlo, de más joven me metía en más follones pensando que era invencible. No se puede salir sin preparación o conocimiento de las comunidades indígenas. Ahora, con más edad y algún que otro palo, te das cuenta de que hay que ‘ir alerta’, como dice sa padrina. Nuestros tres factores de riesgo, por orden, son el agua, la gente y la fauna. Pero contamos con planes de mitigación de riesgo al milímetro, el mejor equipamiento en tema chalecos, kits médicos y satelitales, y un staff muy competente. Siempre tenemos una sesión de briefing, entrenamiento y protocolos de crisis con los participantes

Carlos, a la derecha, conversando con un indígena. Foto: Mark Fox/ Freya Watkinson

Tienen una relación especial con las tribus indígenas...
—Sí, trabajamos muy estrechamente con ellos. Con comunidades Machiguenga, Harakbut y Ashaninka. Son relaciones que han tardado años en formarse. Hemos tenido que bajar los ríos previamente y reunirnos con todos y cada uno de los jefes. Nos hospedan en sus comunidades, construyen las canoas y forman el 70% del equipo de guías y logística. Por otro lado, en alguna de las expediciones bordeamos las zonas de los ‘no contactados’, más conocidos como Mashco Piro. Son tribus nómadas que viven en situación de aislamiento. Por respeto a su decisión y la seguridad de todos, evitamos adentrarnos en sus reservas. Están encantados con nuestra actividad (o eso me dicen, jaja). Piense que para ellos es un ingreso importante que se reparte entre muchas familias.

¿Están en peligro de desaparición?
—Sí, durante años a las comunidades nativas se las ha tratado como ciudadanos de segunda. Eso ha creado una especie de vergüenza al admitir que son indígenas, llevar su vestimenta o hablar su lengua. Eso ha provocado que muchos jóvenes migren a la ciudad (Cuzco, Puerto Maldonado o Lima).

Una de las comunidades indígenas. Foto: Mark Fox/ Freya Watkinson

También ayudan ustedes a insertar laboralmente a jóvenes de la zona, en peligro de caer en manos de mafias, ¿cómo se realiza y en qué consiste esta labor solidaria?
—Los tres factores que más afectan a la destrucción del Amazonas son la tala ilegal de madera, los cultivos de la hoja de coca (plantaciones y laboratorios) y las minas ilegales de oro (usan mercurio). Aparte de la destrucción del hábitat, estas industrias ilegales tienen como efecto secundario la proliferación de casas de apuestas, licorerías y burdeles donde las jóvenes (a veces de tan solo 12 y 13 años) acaban trabajando. La idea, con esta iniciativa de turismo de aventura sostenible, es dar un ingreso alternativo a estas comunidades. El 70% de nuestro equipo está formado por jóvenes de las comunidades locales. Con ellos, nos centramos en un trato digno, una remuneración decente y, sobre todo, mucha capacitación. El objetivo es que aprendan la idea de cómo hospedar al visitante para que, el día de mañana, puedan emprender por sí solos. Es una manera de intentar reducir las posibilidades de que acaben trabajando en la tala ilegal o el narcotráfico.

¿Han vivido algunos momentos de tensión desarrollando esa labor o durante las excursiones?
—Con clientes nunca, ya que solo entramos en las zonas y ríos donde tenemos el beneplácito de todo el mundo. Personalmente, abriendo estas rutas, sí he tenido alguna emboscada por comunidades nativas a punta de arco y flecha, malentendidos respecto a qué intenciones teníamos en su territorio y algún juicio rápido sobre qué hacer con nosotros (jajaja). Es gracioso ya que algunas de las comunidades más agresivas al principio ahora son las más receptivas. No hay nada que un cigarrillo e ir de buen rollo no pueda arreglar. Asimismo, hay tensiones en las expediciones por parte de los participantes. Cuando empiezan a estar cansados y se les presentan dificultades (mal tiempo, volcar la canoa...), a veces se derrumban o pierden los papeles, pero para eso estamos ahí, para darles apoyo, hablar con ellos y animarlos.

¿No echa de menos Mallorca?
—Mucho, como en casa en ningún sitio. Por eso vengo aquí en temporada baja a recargar pilas con la familia. Y hago stock de quelitas, aparte de que me encantan, ¡van genial para las expediciones! No se ponen fuertes, duran un montón y llenan.

¿Algo que añadir...?
—Sí, ¡animar a más gente a visitar el Amazonas! Por culpa de las películas de Indiana Jones nos lo imaginamos como un lugar hostil lleno de caimanes, víboras y nativos hostiles, ¡pero es la zona con mayor biodiversidad del planeta, con gentes que son realmente increíbles!