El reconocido enólogo posa con una copa de Kolor en la plaza del Mercat de l’Olivar. | Pere Bergas

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Ha sido reconocido en dos ocasiones como el mejor enólogo del mundo, ha desarrollado centenares de vinos –cuenta en su haber con 200 etiquetas en la lista The Wine Advocate de Robert Parker– y ha asesorado a numerosas bodegas para conseguir un buen producto, siempre con el respeto y el entendimiento de la tierra que se trabaja como estela. El reconocido enólogo y viticultor Raúl Pérez (Valtuille de Abajo, Léon; 1972), miembro de una antiquísima familia productora, de la bodega Castro Ventosa, presentó ayer en Catavinos su nuevo caldo: Kolor, un vino inspirado en la obra del artista multidisciplinar Okuda San Miguel.

¿Qué podemos esperar de Kolor?
Kolor es la interpretación de la vida y obra de Okuda. No tengo ni idea de arte, ha sido un desafío. Busqué un perfil de vino enfocado a gente joven: afrutado, fresco y goloso, lo que denota el color. En 2019 enfocamos la parcela de Mata Los Pardos para este vino, elaborado con uva entera y racimo sin romper. Mayoritariamente de uva Mencía, el viñedo se plantó en 1910, con la característica mezcla de variedades de la época: un poco de Trosseau, Alicante Bouschet y Dona Branca, fermentadas en depósitos y criadas un año en barricas usadas.

Este año se cumplen veinte años desde que lanzó su primer vino en solitario. ¿Ha cambiado mucho?
Mucho. Sobre todo me he hecho más simple, más sencillo. La evolución del proyecto ha sido entender y simplificar.

¿Piensa en el concepto de legado?
El legado es jodido y bonito al mismo tiempo: es el resumen de tu vida. No puede ser confuso. Debes recapitular, pensar en qué has hecho bien y mal, y transmitir lo mejor. Debe ser maleable:no puedes obligar a la siguiente generación a que piense o trabaje como tú. Sería egoísta. El legado es dejar las parcelas para trabajar. Eso es lo que más me preocupa:que haya una continuidad espacial, no técnica. Todo el proyecto gira más en torno a lo que dejo que a lo que tengo.

¿Ha trabajado con alguna bodega de la Isla?
Claro. Cuando empezó Ca’n Xanet hice los dos primeros vinos, con José Antonio. Y soy un fanático. Si no seguí aquí, es porque no podía. Siempre me ha quedado esa espina clavada de hacer una buena gorgollassa en Mallorca, porque me encanta la variedad. La Isla tiene grandes posibilidades, es una zona vitícola histórica. Todos los cultivos se han desarrollado en el Mediterráneo y se han transmitido a Europa.

¿Un viticultor es un artista?
Todos los viticultores son artistas: es una faena diaria muy dura y deben reiventarse y expresarse a través de su obra. Para mí, es más artista que el enólogo. El viticultor tiene los colores, y el enólogo los compone.

Usted ha asegurado en alguna ocasión que hemos viajado 100 años durante solo 30, que estamos al mismo nivel que Francia, y que la relación calidad-precio de los vinos españoles es la mejor.   
Sí. Aunque ellos estaban antes, nosotros hemos viajado a gran velocidad, y en 50 años hemos igualado lo que ellos han hecho en 300. Nuestra virtud fue aprovecharnos de su trabajo. Muchísimos vinos españoles de gran nivel están inspirados en vinos franceses que llevan dos o tres siglos haciéndose. A ellos les costó más porque lo desarrollaron desde el principio.

¿Cuáles son los retos de la viticultura española?
No caer en el error de hace 30 años atrás, cuando intentábamos imitar vinos de las zonas emergentes españolas. Cada zona tiene una identidad, y el trabajo de las personas que trabajan en un proyecto de vino es entender la entidad de la zona. Vivimos en un mundo más joven, donde el cliente busca probar cosas nuevas.

¿Se requiere un saber enciclopédico para elaborar un buen vino?
No exactamente. Para hacer vino se requiere un saber:nadie puede hacer el gran vino si no ha probado los grandes vinos del mundo. Como todas las artes, necesita de experiencia y cultura, es una combinación de sabiduría, conocimiento y entendimiento de lo que tú tienes.

¿Rechaza la mecanización del proceso?
La he rechazado durante mucho tiempo. Ahora me doy cuenta de que algunos factores, como la falta de gente para la vendimia, te obligan a ello. El viñedo viejo, de cien años, no puedes mecanizarlo. Estás obligado a poner viñedos nuevos. Es duro, porque sabemos que es peor. Pero es necesario, no hay gente para recolectar.