Jessica Aguiló durante una excursión para hacer surf en Gold Coast, Asutralia.

TW
11

Aún colean las celebraciones en el continente australiano tras ganar España el Mundial de fútbol femenino; una victoria, con sello mallorquín, con Cata Coll y Maria Caldentey entre las campeonas. También en Australia, aunque ajena a todo el bullicio, se encuentra otra mallorquina, Jessica Aguiló, protagonizando toda una aventura de película. A bordo de su SUV, recorre en solitario algunos de los remotos confines del continente, en búsqueda de sus propios límites».

La vida cambia a pasos agigantados, y con ella, uno mismo. Cinco años atrás, ni la misma Jessica Aguiló (Mallorca, 1992) se hubiera imaginado que a día de hoy habría dejado su trabajo, empezado una nueva vida en Australia y emprendido un viaje en carretera por pequeñas y remotas localidades. «En la vida hay que ponerse retos, porque si no es demasiado plana», asegura, a más de 15.000 kilómetros de su Mallorca natal. Con la mirada puesta en el horizonte y rodeada de paisajes de película, la mallorquina conduce su SUV entre diez y doce horas diarias. El vehículo le sirve a la vez de coche, dormitorio, cocina y de todo lo que se preste. Eso sí, sin electricidad ni agua. Solo gasta en comida y gasolina.

No es un viaje fácil. Cada centenar de kilómetros pesa. No solo se acumula el cansancio, también la soledad. Jessica se encuentra en todo momento sola, lejos de zonas y personas conocidas. Es ella frente a inclemencias del tiempo, de la carretera y frente al tsunami emocional que conlleva semejante aventura. «Al salir no sabía a lo que me enfrentaba. Estos últimos quince días de viaje están siendo la experiencia más dura y bonita de mi vida, pero todo son ganancias, incluso las emociones negativas», confiesa de noche, refugiada en el coche, en las afueras de un pequeño pueblo del noreste australiano. Es al ponerse al límite, explica, cuando uno más aprende sobre sí mismo. Y ese, precisamente, es el premio y destino de todo su particular periplo.

Jessica Aguiló, subida a la rama de un árbol en una de las paradisíacas playas de Byron Bay.
El día de su 30 cumpleaños, Jessica merendó acompañada de canguros.

Una vida de desafíos

Ese espíritu de búsqueda incesante de autosuperación ha sido una constante en su vida desde que tomó su primera decisión vital, estudiar la carrera que quería, Periodismo. Terminados los estudios, también alcanzó el trabajo de sus sueños, trabajando en Antena 3. Pese a la conquista, la vida se le dibujó rutinaria, y en vista de las pocas perspectivas de crecimiento, se atrevió a dar el salto e ir a por su tercera aspiración vital. Así fue como en febrero de este año aterrizó en Sídney: «No había salido nunca de Europa. Siempre me había atraído la idea de vivir en otro país y Australia en concreto me cautivaba por su naturaleza», relata.

En ocho meses desde que se determinó a ello, adquirió el inglés necesario y se hizo con los ahorros para poder empezar en Gold Coast una nueva vida. Una experiencia, asegura, rebosante de dopamina, pero a la que decidió también poner fin hace dos semanas: «Al principio era todo muy nuevo y excitante. La acogida de la gente fue genial y conseguí mantenerme, pero, aunque Australia me tiene enamorada, volví a sentirme en la zona de confort». Se le postulaban dos alternativas para extender su visado un año más: trabajar en una granja tres meses o encontrar trabajo en localidades remotas del país. Al alcanzar cuatro mil dólares australianos de ahorros, gracias a sus dos trabajos de camarera, compró un SUV por poco más de dos mil dólares y, con todo, partió a la aventura. No tiene ruta establecida, pero sí un posible destino: «Mi última parada creo que va a ser Daintree Rainforest».

La mallorquina en las Killen Falls.
Dando un paseo en barca en Currumbin Creek, Gold Coast.

«Los jóvenes nos sentimos más perdidos que nunca»

Cada vez son más los jóvenes que, como Jessica, dejan sus trabajos para viajar o emigrar a otro país. En opinión de la joven mallorquina, las nuevas generaciones están sobrecualificadas y la falta de perspectivas laborales a buscar otras alternativas vitales: «Aún teniendo una carrera, hay muy pocas posibilidades de acceder a un buen trabajo con el que poder pagarnos una vida como la de nuestros padres. Por eso nos sentimos más perdidos que nunca. Con sueldos bajos y precios tan altos, lo más asequible muchas veces es cambiar de perspectiva y buscar la felicidad en otros caminos».