Imagen del patio central con las escalinatas y los muros de piedra del Palacio de los Reyes de Mallorca. | Archivo

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En la capital del Rosellón francés se alza un gran pedazo de la historia de Mallorca. Y en letras mayúsculas. Cruzando la entrada a la antigua ciudadela de Perpinyà, sobre el Puig del Rei, está el palacio gótico que el rey Jaime II hizo construir en el siglo XIII para erigir en él la capital de su reinado. El año 1309 se terminaba de construir el Palacio de los Reyes de Mallorca y Perpinyà se convertía en la única capital francesa que ha sido capital de un reino que, además, fue centro económico, político y cultural del Mediterráneo medieval. En el siglo XVII, alrededor del palacio se construyó la ciudadela.

Desde 1659, con la firma del Tratado de los Pirineos, el Rosellón, y con él Perpinyà, además del Vallespir y una parte de la Cerdanya, pasaron a manos de Francia, pero la huella mallorquina sigue ahí. En las paradas del mercado de Perpinyà y en sus comercios, olivas, especias y conservas de pescado mantienen vivo el sabor mediterráneo, el gran puente cultural y gastronómico que se tendió en el pasado, al que nos lleva hoy esta visita. En torno a un gran patio central, con pozo propio para el abastecimiento de agua, las escalinatas ascienden junto a muros de piedra hacia las estancias de palacio y los aposentos reales. En la visita guiada, conocemos los pormenores de la vida en palacio, en su época de gloria, en el salón de las grandes recepciones y banquetes, las habitaciones de los reyes o la capilla.

Detalles arquitectónicos y del ambiente que recuerdan a Mallorca, como el edificio que acoge la Oficina de Turismo.

En la terraza de la fortificación tenemos una vista espectacular, 360 grados sobre el rosellonés y la cima del Canigó. Mallorca no se ve, pero se siente su latir en ese majestuoso enclave que retiene el recuerdo de tres monarcas que residieron en ese palacio: Jaime II, el rey Sancho I de Mallorca y Jaime III. Ellos hicieron posible la época dorada del Rosellón. La conexión de la capital catalana con Perpinyà con el tren de alta velocidad, en un viaje de poco más de una hora, hace posible aterrizar en Barcelona y, siempre en tren, haciendo transbordo en la estación de Sants, viajar con destino a esa época de efervescencia mallorquina más allá de los Pirineos.

El Palacio de los Reyes de Mallorca es escenario de espectáculos y exposiciones temporales, como la que se podrá ver hasta el 2025 sobre joyas hechas con piedra de granate, un arte ancestral en la región de Perpinyà. La agenda cultural de la ciudad y su entorno bulle de propuestas todo el año. La Oficina de Turismo de los Pirineos Orientales es una excelente guía para organizar una escapada al Rosellón. Callejeando por el centro de Perpinyà, veremos detalles arquitectónicos y del ambiente que recuerdan a Mallorca, como el edificio que hoy acoge la oficina de turismo. Y, una curiosidad: En Mallorca, la urbanización Sa Torre, en el municipio de Llucmajor, ha dado el nombre de Perpinyà a una plaza. Nos hace pensar en esa opción, siempre disponible, de reconexión con la historia mallorquina, a un brinco de Barcelona en tren.