Santiago Monjo, nieto de los fundadores de Babelín, con el mono que construyó su abuelo, en Ca’n Mona. | Julián Aguirre

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Hace unos días publicamos en estas páginas que el mono del escaparate de la emblemática Babelín, que cerró sus puertas en el año 2004, se encuentra en el Forn de la Concepció, de Palma. Sobre él, afirma Santiago Monjo, nieto de los fundadores de la juguetería, que «fue el primero y estuvo unos veinte años en el escaparate y luego lo tiramos por desgaste tanto del mecanismo como del material, por el sol que le daba».

Monjo, quien se crió en esa tienda de peluches y juguetes, tiene en su poder el otro mono original que estuvo en el escaparate durante la última década del establecimiento. «Este mono lo trajo de Alemania mi abuelo, que también se llamaba Santiago, como yo, y le construyó el trapecio con un mecanismo imitando los juguetes de los años 20 y 40 en toda Europa». Tras el cierre de la tienda, «me lo llevé a casa y se lo puse a mi hermana pequeña en su habitación». Pero no sólo recogió el mono. Santiago también guarda otros juguetes que estaban en aquel local que abrieron sus abuelos en 1969, quienes años antes tenían una tienda de souvenirs en Can Pastilla.

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Homenaje

Chef de profesión, popular por sus croquetas, fideuá y paellas, Santiago Monjo abrió el bar Ca’n Mona cinco meses antes de la pandemia, en el barrio de Son Espanyolet, en Palma. «Lo abrí en homenaje al mono y la juguetería Babelín de mis abuelos, en la que pasé mi infancia; al salir del colegio iba allí, donde ayudaba a montar los juguetes, y en la que estuvimos trabajando tres generaciones, pero que finalmente cerramos por enfermedad».

En el bar Ca’n Mona luce, en perfecta forma, el mono de Babelín, junto a más de una veintena de otros monos, peluches y juguetes de la época. «La idea de Ca’n Mona es recordar Babelín. Un bar de espíritu de barrio donde la clientela tenga un trato familiar y pueda pasar tiempo con juegos de mesa». En sus estanterías se pueden apreciar juguetes como el castillo de Masters del Universo o el coche de Batman, entre otros, pero sobre todo un Scalextric.

«Sí porque si algo distinguía a Babelín eran los Scalextrics. Mi abuelo y yo éramos unos apasionados y ahora dejo que los clientes puedan jugar con este», comenta Santiago Monjo mientras el mono sigue dando vueltas en su trapecio. Respecto al ‘hermano mayor’ de su mono, que se ha instalado en el Forn de la Concepció, Santiago Monjo prefiere no hacer ningún comentario. Lo que no cabe duda es que el mono, o los monos, de Babelín marcaron una época y muchos fueron los niños que, al pasar por la juguetería, se quedaban observando el simpático macaco de peluche.