Una casa del siglo XV que adapta una moderna edificación, diseñada entre árboles y aromáticas.

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Amaneció un día de intensa lluvia y aguanieve cuando la diseñadora se disponía a mostrarnos su espacio íntimo. En lugar de ver a la naturaleza como una fuerza destructiva, supo enmarcarla como fuente de belleza, proveedora de colores, como una fuente de inspiración que convertiría en aliada de la cámara fotográfica. Su espíritu zen y carácter entusiasta siguió dibujando el rictus de su sonrisa cuando sobre el añejo encinar comenzaron a incidir intensos rayos de sol. Ante ellos emergía su tripita, mientras Jaime, de 20 días de edad, dormitaba ajeno a todo. Sabrina Barceló recreaba la mirada del mar, con recuerdos de inmersiones marinas entre las rocas de su lugar de veraneo, de la sal y el sol de sus estíos de la infancia, en un hermoso colgante con diseño de erizo marino sobre su pecho.

Como diseñadora de las joyas Shabama, en la segunda colección lanzada este año, también las formas y diseños campestres le han llevado a saborear las mieles del éxito. Con Sabrina hemos paseado la mirada por diseños cautivadores donde limas, bellotas, sol o hiedra emergen de planchas que imprimen oro y plata a elementos reales y abstractos juegos creativos. Experta en Empresa y Marketing, ha vivido en diversos lugares donde ha asumido la organización de desfiles de moda, lanzado campañas de venta o de sensibilización a través de una fundación de medioambiental.
El pretendido equilibrio ecológico que profesa nació en su infancia embriagada de mar y tierra.

La mañana en que resurgió el sol, recreó la mirada del campo mallorquín y del encinar que rodea la casa brindando el placer estético de la ruralía de Mallorca desde una finca del siglo XV que tiene más de cinco hectáreas y una pista de aterrizaje para avionetas. Mientras Álvaro, de apenas dos años de edad, correteaba por el porche antiguo, Sabrina narraba cómo una parte de la construcción fue derruida fatalmente. En las diversas zonas de la casa, terrazas y porche con pozo original, zonas inmersas en muros de piedra, entre frutales, en el huerto ecológico y diferentes rincones con encanto, pasó Sabrina una feliz adolescencia. Lo hacía con el mentón alzado en busca del inspirador horizonte y reveladoras ensoñaciones. «El campo era para practicar deporte, diseñar bisutería, pintar los primeros lienzos de sensaciones y colores. Hace unos años decidimos que la casa sería vivienda acondicionada no sólo para el ocio».

Ambiente diáfano

El diáfano espacio moderno consta de dos salones y comedor. Se construyó mezclando estilos y materiales como el hierro y el cristal, piedra y madera, dejando las vigas vistas y la piedra de las paredes como en las típicas casas mallorquinas. Sobre las vigas asoma la luz cenital. Los muros no separan el interior de la vivienda de la visión del campo. Las inmensas cristaleras procuran la sensación de poder aspirar el aroma de la bignonia o de los cítricos integrando la naturaleza en los cotidianos momentos del día. «Es muy sanador sentir que el mar o el campo forman parte de nuestro equilibrio físico y psicológico. Influye de manera positiva en nuestro estado emocional».

La piedra es protagonista indiscutible en la casa. Entre muebles de anticuario, se arropa el salón para darle calidez con textiles en tonos arena que son los neutros perfectos para un ambiente de estilo rural con la elegancia de muebles y detalles decorativos distribuidos en armonía. Es este el plácido santuario de una empresaria que capta la energía natural para seguir con el mismo ímpetu el recorrido de sus retos.