Isabel Coll, sorprendida con algunos comentarios de su noticia. | Click

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Antes que nada os queremos desear lo mejor para 2023. Sobre todo que no falte la salud, sin duda el mejor de todos los bienes terrenales, porque, ¿qué hacemos sin ella?.

También deseamos que 2023, año de elecciones, sepulte la crispación. Se ha visto que con ella no se va a ninguna parte que no sea a la confrontación desmadrada. Como también el y tú más que, se mire como se mire, son siempre malos compañeros de viaje. Y que tampoco seamos rencorosos, sino que miremos por un futuro mejor y también que enterremos viejas rencillas. Son nuestros deseos para el año que acabamos de empezar, deseos, además de corazón.

Lo que quería explicar

La pasada semana publicamos en esta página una entrevista con Isabel Coll, con cinco parejas a sus espaldas, tres de ellas matrimonio, y dos convivencias sin ningún atamiento legal.

Cuando le propusimos la entrevista, Isabel pretendía, y eso quedó claro, tres cosas. Una, que si el amor se termina, mejor dejarlo y que cada uno siga por su camino. Sea con una pareja, sea con cinco, sea con las que sean, pues no hay mayor soledad que la convivencia entre personas que nada sienten una por la otra. Dos, dada su experiencia, pretendía también animar a quienes se les rompe el amor a no caer en el desencanto, ni en la desesperación, ni en la tristeza, sino levantarse a nada que pueda, y rehacer su vida. Y tres, pensar que, pese a las veces que salga mal el amor entre dos personas, siempre puede haber una nueva oportunidad. Y si aparece, ¿por qué no aprovecharla?

Algunos no la entendieron

Eso, repetimos, es lo que Isabel quiso transmitir. Sin embargo, algunos de los que leyeron la entrevista no la entendieron, por lo cual, muchos, bajo seudónimo –¿por qué no dan nombres y apellidos, si consideran que están en posesión de la verdad a la hora de contestar o replicar?–, arremetieron contra ella... ¿Y por qué? nos seguimos preguntando.... ¿Qué mal tiene poner punto final, las veces que sea necesario, a las relaciones que no funcionan? ¿Es, acaso, malo plantarse y decir basta? ¿O es mejor compartir techo sin darse ni los buenos días? Por supuesto que respetamos las opiniones, puesto que cada cual es libre de expresarse, pero no las compartimos.

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Cuatro novedades

El domingo 1 de enero, como ya os contamos ayer, un grupo de personas se dieron el primer baño del año. Posiblemente el mejor baño en muchos primeros de año dada la buena temperatura que hacía. Basta, si no, ver la cantidad de gente que había en la playa de Can Pere Antoni –imaginamos que en otras de la Isla también–, cuando menos tomando el sol.

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Entre las novedades de este tradicional primer baño del año estuvo la ausencia de la Gran Sara, que ha estado presente, maquillada incluso, en todos los baños, y la presencia, por primera vez, del actor Manolito de Teba, que llegó caminando por la arena con la intención de ver, pero no bañarse, y que terminó –a falta de bañador– en calzoncillos en el agua. Y es que en el baño del primer día del año, y más estando en la playa, nunca digas en esa agua no me bañaré.

Hubo también otra novedad: distinguir con corona y banda a los bañistas más veteranos, títulos que, en opinión de Toni de la Mata, que ha estado en todos los baños, recayeron en María, de 80 años, y Paco, con algunos menos y... ¡Ah, bueno...! Uno de los asiduos a este baño desde sus inicios, Tolo Albertí, no pudo bañarse debido a que estaba bastante constipado. Pero, bien abrigadito, con bufanda y sombrero, hizo acto de presencia.   

María y los truenos y rayos

María, elegida Miss Bany, que lucía bikini estampado, nos confesó que «vengo a bañarme aquí cuando puedo, sea verano, otoño, primavera o invierno. Y tanto me da que haya sol, como que llueva, o haga viento… Aunque si llueve y hay relámpagos y truenos, ¡pues no!, ya que es peligroso. Es lo único que respeto, los truenos y rayos, en cambio, si el agua está fría no tengo problemas, me zambullo sin pensármelo. Y si hay olas, por precaución me remojo en la orilla. Y es que, ¿sabe?, el baño me da vida. Mire, si no, cómo tengo la piel de bonita –dice, pasando la palma de su mano por su brazo, pecho y piernas–.    Y en cuanto a resfriarme, nada de nada. Nunca me he resfriado. Todo lo contrario, por bañarme he pasado siempre un buen invierno. Al principio, y más si no estás acostumbrada, reconozco que te cuesta, pues notas el agua que está muy fría, pero enseguida se te pasa esa sensación y te zambulles. Por aquí –se refiere a la playa de Can Pere Antoni– solemos venir casi todos los días del año un grupito de amigos, casi todos gente mayor, pero de espíritu joven, y estamos encantados. Por eso animo a la gente a que se bañe, incluso en invierno… Vamos, porque yo lo voy a seguir haciendo. Y si no tuviera que hacer tantas cosas como hago cada día.... Porque tengo un huerto, ¿sabe?, vendría por aquí a diario».

Hay que decir que como la COVID ha quedado atrás, se han podido recuperar tres viejas tradiciones más que consolidadas en el primer baño del año. La primera, que Toni de la Mata    montara la mesa con mantel y candelabros; la segunda, que su esposa, Marga, hiciera chocolate riquísimo para tomar después del baño, y así entrar en calor; y la tercera, que Ángel Cortés, como cada año, se acercara a la playa con mogollón de ensaimadas recién hechas para mojar con el chocolate. Ensaimadas, que, dicho sea de paso, volaron en un pis pas.