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Hoy en día, la vitamina D acapara toda la atención y se postula en internet como solución casi milagrosa. A pesar de que España es un país en el que abundan las horas de sol, la vida sedentaria, en casas y oficinas, y los cambios en la dieta han aumentado en los últimos años la deficiencia de esta vitamina. El laboratorio Kern Pharma señala que el 60 % de los adultos españoles y casi el 80 % de los ancianos sufre de falta de esta sustancia.

¿Para qué necesitamos la vitamina D?

Más que vitamina (una sustancia orgánica que se encuentra en los alimentos, que es esencial para el desarrollo del organismo), algunos especialistas la consideran casi hormona, ya que la absorbemos tomando el sol (entre 8 a 15 minutos sin protección solar) y nuestro cuerpo la sintetiza para utilizarla posteriormente en casi todos los órganos, si bien es cierto que también se puede encontrar en algunos alimentos como pescados grasos (el salmón) y huevos. La cantidad necesaria, según la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) depende de la edad y es la siguiente:

  • Una vez cumplido el primer año de vida y hasta los 70 años: se recomienda que la cantidad dietética sea de 600 unidades internacionales (UI) cada día.
  • Personas mayores de 70 años: la cantidad aconsejable es de 800 UI al día.
  • Bebés: deben recibir un suplemento de 400 UI diarias.

Lo mejor para saber si tenemos unos niveles adecuados de esta sustancia es recurrir a unos análisis de sangre. Esta vitamina debería de rondar entre los 75 y los 100 nmol/L (30-40 ng/ml), según la Asociación Médica Mundial. Entre los beneficios para la salud, según la AEDV, destacan que favorece la absorción del calcio y que se fije en los huesos, la modulación de los niveles de fósforo y la regulación de la respuesta inmune del cuerpo.

¿Qué ocurre si tenemos deficiencia?

Aunque en principio se deberían alcanzar los niveles óptimos con una vida activa y una buena alimentación, existen ciertos grupos de población que pueden tener dificultades a la hora de absorber la vitamina D. Esta problemática se da, en especial, entre personas de piel oscura (ya que necesitan una mayor cantidad de sol para sintetizarla), las personas con obesidad (pues es una vitamina liposoluble y queda atrapada en la grasa), los mayores (cuyo metabolismo se ralentiza y dificulta la absorción de la vitamina), quienes hacen vida en interiores y enfermos de patologías renales, hepáticas o dermatológicas.

En adultos, la falta de vitamina D conlleva a huesos débiles, dolor en los huesos y debilidad muscular. En niños, una deficiencia severa puede producir raquitismo (une enfermedad que ablanda los huesos y favorece que se rompan y se doblen). Además, investigaciones recientes lo vinculan con un mayor riesgo de sufrir diabetes, presión arterial alta, cáncer y enfermedades autoinmunes. Dos metaanálisis de Medicina señalaron que las personas con niveles óptimos de vitamina D tienen un 19 % menos de riesgo de caídas y entre un 15 % y un 29 % menos de riesgo de fracturas.

En caso de detectar algunos de los anteriores síntomas o niveles por debajo de lo recomendado en una analítica de sangre, se debería primero consultar la situación con el médico de cabecera y no automedicarse. Una de las soluciones más comunes es aumentar la vida en el exterior o tomar multivitamínicos o cápsulas de vitamina D, en venta en la mayoría de farmacias.

¿Causa o consecuencia?

Naveed Sattar, profesor de Medicina Metabólica de la Universidad de Glasgow señaló a la BBC que en muchas ocasiones es difícil determinar si se da primero la falta de Vitamina D o la enfermedad en sí. Es decir, si es una consecuencia, no la causa de los problemas. En casos, por ejemplo, de personas sedentarias, con obesidad o sobrepeso y/o fumadores, es claro, concluye, las cápsulas de Vitamina D son una ayuda, pero no una solución a los problemas de fondo. «Creo que la vitamina D puede ser solamente un indicador de mala salud y no la causa», declaró a la cadena británica.