El virus deja parado por ahora el baloncesto en silla de ruedas, un deporte que vivía un gran impulso con nuevos clubes en la Isla.

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La suspensión casi absoluta de toda la actividad en las Islas ha dejado también en suspenso el deporte. Ya no se puede salir a la calle a correr o a andar en bicicleta para practicar cualquier actividad física, pero hay colectivos que aún lo sufren más porque hacer deporte no solo tenía que ver con mantener el cuerpo sano, sino con mantener la mente activa. Las actividades físicas adaptadas para personas con discapacidad estaban en pleno auge, hasta que llegó la pandemia, y en Mallorca se ha creado varios clubes de baloncesto en silla de ruedas que se asocian con otros equipos de Baleares con el objetivo de crear una liga regional. Ya tienen ganas de que acabe el confinamiento y volver a la cancha.

Hace dos años nació el Club BSR Binissalem, una categoría más del CB Binissalem, «para que la gente viniese a hacer deporte. Antes solo existía el club Discasport y queríamos ampliar la oferta», explica el vicepresidente del club, Jaime Grimalt, que entrenaba a su equipo cada lunes y jueves en el pabellón Antoni Ladaria. «Si no hacen deporte, muchas personas con discapacidad se quedan en casa y no salen. Aquí compartimos la pista con los niños y los seniors, que entrenan antes y después de nosotros. La relación con la gente es muy importante». Ahora no les queda más remedio que quedarse en casa, pero todos esperan con ahelo poder volver a salir.

Diversidad

En el equipo juegan personas de todas las edades. Pedro Ques tiene 58 años y hace baloncesto en silla desde 1986. «Practicaba otros deportes. Me dijeron que les faltaban jugadores, lo probé y lo que más me gustó fue el juego en equipo». Es un deporte exigente, de mucho contacto y con multitud de técnicas por dominar: «Nunca dejas de aprender. Cuando la gente lo prueba es cuando se dan cuenta del valor que tiene. Yo he visto jugar en silla a Sergio Llull y cuando tiraba de tres y fallaba, exclamaba: ‘¡Qué difícil es!», dice.

Adrià Garcia, de 20 años, sufrió un accidente cuando tenía 10 años que le provocó una mielitis transversa, una lesión medular incompleta. Adrià explica que fue en la adolescencia cuando comenzó a aceptar su modelo de vida y resalta la importancia del deporte en este proceso. «Seguir practicando deporte es una vía de escape: me relaciono con la gente, me arregla los días malos, es mi todo. Le recomiendo a cualquier persona con una discapacidad. Ayuda a salir de la zona de confort», asegura.

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Torneo

Todo ha cambiado estos días con el encierro doméstico, pero hace escasas semanas se celebró un torneo 3x3 en el que participaron dos equipos de Binissalem, el Club Ses Salines de Ibiza y el Club Tramuntana de Palma. Este último club nació en noviembre de la mano de Xisco Maestre, cuya voluntad es «llevar el deporte adaptado más allá. Intento hacer pádel, esgrima, carreras populares». En 1990 Xisco sufrió un accidente de moto. Él jugaba a básquet y, a partir de entonces, intentó evolucionar y recuperarse: el baloncesto en silla de ruedas le permitió continuar practicando y formar a todo tipo de personas: «A mí me apasiona la idea de poder jugar un partido en el que un niño con diversidad funcional, un niño con diversidad intelectual y tres niños que no tengan ningún tipo de discapacidad puedan jugar juntos. El resultado no debe ser siempre el objetivo».

Y esa idea la lleva a la práctica. Él juega en silla junto a sus jugadores, que juegan de pie. «Eso es la verdadera inclusión, lo ven completamente normal. ¿Que yo vaya en silla? Tienen un poquito más de cuidado, por si los piso, pero nada más». El deseo de Xisco es que el club crezca. Actualmente cuentan con tres canchas exteriores en Son Moix y acogerán con los brazos abiertos a cualquier persona que quiera sumarse a la aventura.

Las reglas son prácticamente las mismas

En el baloncesto en silla las reglas son prácticamente las mismas, aunque adaptadas a las particularidades de las sillas, además de encargadas de armonizar los distintos niveles de discapacidad de los jugadores: las habilidades funcionales se valoran en una escala de 0.5 a 4.5 y, en todo momento, el equipo de 5 jugadores que esté en el parqué no puede superar los 14.5 puntos. Las canastas se mantienen a la misma altura, a 3 metros del suelo; los jugadores solo pueden hacer girar las ruedas dos veces sin botar la pelota y, para evitar que el contrario avance hasta una posición ventajosa, los bloqueos se efectúan chocando las sillas.