Miembro de la guardia de Maduro, huyó de Venezuela. | Click

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Venimos contando, de unos meses a esta parte, que en Mallorca se está produciendo lo que podríamos denominar la inmigración de los que huyen de las amenazas, en su mayoría ciudadanos colombianos, venezolanos, hondureños y salvadoreños, personas que de la noche a la mañana han tenido que vender lo poco que tenían en sus países, comprarse con las ganancias un billete para viajar a España y en muchos casos despedirse de la familia, tras haber encontrado un lugar donde esconderla lejos de los sicarios.

Por esta sección han desfilado bastantes de estas personas. De los últimos en llegar tenemos el caso de Rafael José Betancurt Rivero, de 20 años de edad, miembro de la guardia de honor del presidente Maduro desde enero de 2018 a mayo de 2019. Su misión era la de cuidar la casa del hijo de este.

Aguantó hasta que no pudo más, no por el servicio en sí «sino porque siendo militar me torturaban otros militares, algunos compañeros míos, pensando que yo era un infiltrado. Sí porque –añade–, en estos últimos años ha habido muchas traiciones en esa guardia. El anterior comandante fue descubierto dando información a Estados Unidos. Y ellos pensaban que como yo era de un barrio en el que Maduro tiene mucha oposición... Así que sin más, en dos ocasiones, me llevaron a lo que se llama el G2, y que no es otra cosa que una prisión, donde me torturaron hasta el punto de que llegas a perder el conocimiento. Te golpean en la cabeza, en la cara, te dan patadas... Te someten también a lo que ellos llaman la silla caliente, que es una silla conectada a cables eléctricos, en la que te hacen sentar y de pronto sientes que te están electrocutando. En realidad, lo están haciendo. Es algo terrible, como también lo es el prende la moto, que es cuando te entierran la cabeza con piedras y te dan patadas en el cuello, o con la mano, como si fuera una pistola, te golpean en la nuca... La intención era que confesara. Pero confesar, ¿qué?, les decía a mis torturadores. Si yo no hacía nada, ni pertenecía a ninguna organización en contra del Gobierno… Pero eso, a ellos, no les importaba. Luego me dejaban en cualquier sitio de Caracas, y cuando regresaba al cuartel no contaba nada. De haberlo hecho hubiera sido peor para mí. Por eso justificaba mi ausencia diciendo que venía de otro sitio, de otra misión».

Harto de torturas y de ese sin vivir constante pensando en que cualquier compañero te pudiera denunciar por algo que no habías cometido, notando que la corrupción con respecto al reparto de la comida entre la gente a cada día que pasaba era mayor, y que el país estaba cada vez más militarizado, decidí abandonarlo. Desertar. Así que hablé con mis padres y les dije que me iba de Venezuela. Un sargento amigo mío, que tiene un contacto con Inteligencia, sabiendo que me quería ir, me ayudó. Entonces puse en regla mi pasaporte, y con bastante miedo y nervios, que procuré disimular, salí hacia España por el aeropuerto de Maiquetía, tras pasar por el control diciendo que me iba de vacaciones».

A Rafael José nos lo encontramos un día en Tardor, a donde fue a comer. Nos contó, entre otras cosas más, que «de momento no puedo volver a mi país, ni ver a mi familia. Y lo que más me preocupa es que puedan tomar represalias contra ella, pero es el precio que debo de pagar por la libertad y por poner a salvo mi vida. Un precio muy alto».

Sin papeles, al llegar a Palma, a mediados de mayo, se puso en manos de Cruz Roja. Estaba –ya no– en Ca l’Ardiaca, «donde, en una de las primeras noches que pernocté, me robaron el móvil, lo que denuncié al abogado».

Desde que está en la Isla no para de buscar trabajo, pero no lo encuentra. «Haría de cualquier cosa, siempre y cuando fuera legal. Pero trabajaría, sobre todo, en el campo, cuidando animales, trabajando en la tierra. ¡En lo que fuera!, pues tengo que vivir. Sé que si trabajo puede que cobre menos que los demás, pero me da lo mismo».

Nos deja su teléfono por si alguien que lea esta página le quiere echar una mano a cambio de trabajo. Llámenle al 652 623 433. Es joven y buena persona.