Jaume Luis Salas está especializado en arquitectura sostenible. | Curro Viera

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La arquitectura es entendida por Jaume Luis Salas (Inca, 1976) como una herramienta transformadora. Siendo una de las firmas más prestigiosas de las Islas, su visión del futuro se adelanta a las necesidades de la sociedad y al desafío climático.

Para un lego en la materia, ¿en qué consiste la arquitectura sostenible?
—Es una filosofía de diseño que busca minimizar el impacto ambiental de nuestras construcciones en un entorno concreto. Se centra en optimizar el uso de recursos naturales, reducir la huella de carbono y crear espacios saludables y confortables para las personas. Se basa en la eficiencia energética, el uso responsable de los materiales, la gestión del agua, el confort y la salud. Con este modo de diseñar y construir obtenemos beneficios para el medio ambiente, la economía y la sociedad. La población de nuestras islas crece exponencialmente y por tanto la huella ecológica se incrementa. Tendremos que ser ingeniosos para encontrar soluciones a esta ecuación que necesariamente nos harán ir más allá de lo que hemos hecho hasta ahora.

¿Cómo encaja el actual problema de la vivienda con estos nuevos conceptos?
—Frente a un continuo aumento de la demanda de vivienda debido al crecimiento poblacional en las Baleares, es un desafío urgente facilitar vivienda habitable, accesible, asequible y sostenible. El precio del suelo aumenta por diversos factores, pero sobre todo por la especulación inmobiliaria y falta de planificación urbana o por su obsolescencia. Esta problemática se agrava ante la insuficiente inversión pública en vivienda protegida. Pero el problema no lo podemos entender solo como un problema de cantidad, sino también de calidad y eficiencia. La Unión Europea se ha propuesto alcanzar la neutralidad de carbono para 2050, y en nuestras islas este encaje debe pasar por la rehabilitación. Hay que tener en cuenta no solo los costes inmediatos de construcción sino también los costes durante la vida útil del edificio, que es un mínimo de 50 años. Tenemos que empezar a valorar el fin de vida de la construcción, en cuanto a reutilización, derribo y gestión de residuos. No olvidemos que los edificios del presente serán las canteras del futuro.

¿Las innovaciones en la construcción se reflejarán de alguna forma en el urbanismo?
—Las innovaciones en la construcción tienen un gran potencial para transformar el urbanismo de los pueblos y ciudades, aunque siempre es más fácil aplicar estas innovaciones a la arquitectura que al urbanismo. Deberíamos tener unos planeamientos actualizados que incorporen estas innovaciones y justo padecemos de lo contrario. Los espacios urbanos que diseñamos deben ser más sostenibles con construcciones con mayor eficiencia energética. Implementar más sistemas de energía renovable y sobre todo gestionar el agua y residuos que generamos. Debemos fomentar el transporte público, la movilidad eléctrica o la bicicleta y hacer ciudades más adaptables e inclusivas para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y el medio ambiente.

¿Considera necesarias transformaciones profundas en la fisonomía de nuestros pueblos y ciudades?
—Son necesarias transformaciones profundas de nuestros entornos urbanos para afrontar los desafíos del siglo XXI, como el cambio climático, la escasez de recursos, la desigualdad social y la necesidad de una mayor sostenibilidad. Pero esta transformación debe ser compatible con la preservación la fisonomía de nuestros pueblos y ciudades. No podemos olvidar la riqueza y la diversidad patrimonial que tenemos. Somos herederos de este patrimonio y es el que nos permite en gran medida, identificar y entender el territorio, el paisaje y la sociedad y debemos preservarlo.

¿Hacia dónde caminan la arquitectura y el urbanismo del futuro? ¿Cuáles serán sus papeles en los desafíos que tenemos por delante?
—El papel de la arquitectura y el urbanismo en los desafíos del futuro será fundamental. Estas disciplinas tienen la capacidad de crear ciudades más sostenibles, inclusivas y adaptadas a las necesidades del siglo XXI, donde la tecnología, la naturaleza y las necesidades humanas se integren en armonía. Los aspectos clave de este futuro incluyen la sostenibilidad, la resiliencia al cambio climático, la inclusión de los espacios y la reducción de la desigualdad. La tecnología nos puede ayudar en la gestión eficiente de recursos, la seguridad y la movilidad. La inteligencia artificial y el Big Data pueden mejorar la calidad de vida en las ciudades, que sobre todo deben ser más verdes, y a la vez gestionar mejor los recursos. Debemos integrar la naturaleza en la arquitectura y el urbanismo y proteger la biodiversidad.