Santuario de Nuestra Señora de Portals en sa Caleta de Portals Vells. | Pere Bota

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La Cala de Portals Vells, conocida popularmente comoSa Caleta, oculta a solo quince minutos a pie un singular santuario primitivo en una cueva artificial con tres portales. A su izquierda junto al mar está la cantera de la que se extrajo la piedra que sirvió para construir la catedral de Palma. También la iglesia de Santa Eulàlia en Ciutat. La singularidad y belleza del espacio han llevado a la revista National Geographic a hacerse eco de este hueco en las rocas en el que «fondeaban galeotas y bergantines» allá por el año 1595. Lo sabemos porque así lo dejó escrito el doctor Binimelis en la obra Nueva Historia de la Isla de Mallorca de 1927.

Francesc Vicens, vicario episcopal de Patrimonio no oculta su satisfacción por el homenaje que National Geographic hace a este monumento. «Es un tipo de patrimonio no muy conocido en Mallorca pero que existe en otras partes. Los lugares espirituales situados en cuevas, son lugares de recogimiento y ayuda a la introspección», explica.

Recuerda que históricamente las ermitas de Egipto ya se situaban en este tipo de cuevas pero en Mallorca son casi testimoniales. Además del Santuario de Nuestra Señora de Portals en sa Caleta, está el de la sima de Sant Martí en Alcúdia. «Posiblemente aquí por el buen tiempo que tenemos históricamente hemos preferido los montes a las cuevas», dice el vicario episcopal.

Se puede acceder a la cueva a través de tres portales. De hecho algunos especialistas apuntan que precisamente de ellos vendría el nombre de Portals. El que está situado más a la derecha forma un vestíbulo de unos 7 metros de altura por 18 de profundidad y 18 de ancho. En el interior, en la pared derecha, pueden verse unas peculiares esculturas religiosas.

Sobre el nicho hay una corona puntiaguda y sobre ella una cara con una flor a ambos lados. Poco más arriba se puede apreciar el escudo de Mallorca. Remata el conjunto el anagrama del nombre de Jesús. Unos jarros con ramilletes de flores, serafines y otras figuras extrañas adornan los lados. No se sabe con exactitud cuándo comenzó la veneración en esta cueva de la imagen de María Inmaculada tallada en alabastro que con el paso de los años fue trasladada a la parroquia de Nuestra Señora de Portals.

No hay espacio singular sin leyenda y la del oratorio de Nuestra Señora de Portals también la tiene. Dice la tradición que en tiempos remotos una nave genovesa se vio sorprendida por una gran tempestad en el golfo de León. Según esta leyenda a bordo portaban como patrona una pequeña talla de alabastro de la Virgen María y ante ella prometió la tripulación dejar la imagen en el primer refugio seguro que encontraran para que pudiera ser allí venerada durante años. Consiguieron no sin dificultades doblar el cabo de Cala Figuera y entrar a salvo en Cala Portals (sa Caleta). Allí dejaron a su patrona.

Las historias de imágenes sagradas que son dejadas en el puerto de salvación son más frecuentes de lo que algunos fieles piensan. El Belén que se venera en la iglesia Hospital de Palma y que antiguamente se veneró en la iglesia de Jesús en extramuros es otro ejemplo.

El oratorio de la cueva de Portals Vells ha sido históricamente un lugar muy frecuentado por los pescadores al abrigo en los días de temporal. La devoción a Nuestra Señora de Portals se extendió al resto de la población de Calvià y llegó hasta Andratx, Génova, Establiments y la barriada de Santa Catalina e Palma, según algunos autores.

Fuentes documentales apuntan a que en 1862, el estado de la cueva era deplorable por lo que Mn. Miguel Porcel pidió al marqués de Bellpuig (propietario de los terrenos) que adecentara el lugar y lo resguardara de los animales, pero el marqués se negó a ello para no crear servidumbres sobre sus tierras. El párroco solicitó entonces permiso al obispo Miguel Salvà y al propio marqués de Bellpuig para trasladar la imagen a la iglesia parroquial.

La gran epidemia de cólera de 1865 impidió el traslado de la virgen a la nueva iglesia parroquial, previsto inicialmente para el 8 de septiembre de 1865. Pasada la epidemia la virgen fue recibida con una misa solemne el 21 de mayo de 1866.

Aunque en la cueva no quedó a partir de esa fecha ninguna imagen que venerar los fieles siguieron visitándola durante años por lo que el 9 de octubre de 1924 la marquesa de la Torre mandó colocar una imagen de la Inmaculada, obra del escultor Sacanell. Para ello tapió la parte anterior de la capillita con una pared de mampostería que creó un portal en el centro cerrado por una reja.