Richard Branson, durante la inauguración. | M. À. Cañellas

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Como un niño con zapatos nuevos. Así se ha sentido el veterano Richard Branson tras convertir en realidad, 25 años después, el «sueño» que comenzó cuando descubrió la finca de Son Bunyola, en Banyalbufar. «Me ha costado tanto abrir este hotel como llevar a la gente al espacio», bromeaba este miércoles ante los medios de comunicación el multimillonario empresario británico, «feliz» en la puesta de largo de su proyecto «más personal».

Tras un sinuoso camino repleto de trabas burocráticas y problemas legales de todo tipo, la renovada possessió, ubicada en la Serra de Tramuntana y con privilegiadas vistas al mar, ya acoge a huéspedes en la mayoría de sus 26 habitaciones. Son clientes procedentes de Inglaterra, Francia, Estados Unidos y centroeuropa que, según señalaba este miércoles de manera orgullosa Richard Branson, podrán desde ahora «disfrutar del contacto con la naturaleza, realizar excursiones a pie y dar largos paseos en bicicleta».

Medio siglo después de «enamorarse» de Deià y convertirse en el gran impulsor de la ya mítica La Residencia, el creador de Virgin Records ha logrado poner en marcha un proyecto que, desde el principio, entendió que tenía «algo especial». «Encontramos un edificio que se caía, completamente en ruinas, y no he parado hasta hacer realidad este pequeño y encantador hotel boutique», admitía Branson, quien cree haber culminado algo «igual o mejor» que su pionero establecimiento de Deià.

El recién estrenado hotel da trabajo a unos 120 empleados, de los cuales «el 80 % son españoles, y la mitad de ellos mallorquines», según detalló el director de Son Bunyola, Vincent Padioleau. De hecho, aseguró Branson que su voluntad es que el negocio esté integrado en la sociedad isleña, a la que invita a convertir la antigua posesión en un punto de encuentro: «que vengan a tomar un café, a recoger setas, a almorzar o a cenar», señalaba el empresario, que se plantea Son Bunyola como un hotel de lujo, sí, pero de «puertas abiertas».

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No en vano, en el horizonte cercano el magnate tiene también la puesta en marcha de otras doce habitaciones en Son Valentín, una finca conectada con Son Bunyola, de «vistas espectaculares» y cuyas habitaciones resultarán más asequibles en comparación con los más de 600 euros que cuesta pasar cada noche en el hotel recién abierto. La idea que maneja Richard Branson es contribuir a la desestacionalización con la apertura del hotel durante los doce meses del año. Entiende el empresario que la Isla en general, y la finca en particular, tienen el encanto suficiente como para atraer clientela también en temporada baja, y esa será la apuesta, al menos el próximo invierno.

El diseño de la finca principal, de la Tafona y de varios edificios anexos ha corrido a cargo del estudio local de arquitectura Gras. La Tafona alberga dos ‘suites’ con terraza y existen también dos Tower Suites -suites de torre- con vistas panorámicas sobre la montaña y el mar. El hotel cuenta con dos restaurantes y un amplio programa de actividades que incluye sesiones de yoga al aire libre, paseos históricos por la Serra, dos salas de tratamiento y una gran piscina de 28 metros. El origen de la finca se remonta al siglo XVI y ha sido meticulosamente restaurada durante el proyecto de desarrollo. La voluntad de la propiedad ha sido «sacar a la luz la rica historia del edificio», explicó. Y, de esta forma, en cada rincón se pueden apreciar detalles intrincados, desde las baldosas y la escalera originales hasta la almazara histórica y el antiguo altar de la iglesia, que ahora ocupa un lugar central en el restaurante del hotel.

Extensión

Son, en total, 520 hectáreas de superficie repletas de almendros y olivos, vides y cítricos, recorriendo casi cinco kilómetros de costa. Un rincón de la isla que ha reforzado los vínculos de Sir Richard Branson con su tierra de adopción. «I love Mallorca», repitió este miércoles varias veces durante una rueda de prensa en la que, de manera expresa, se reclamó a los medios de comunicación que centraran sus preguntas en Son Bunyola y no en su proyecto para llevar el hombre al espacio. El empresario admitió, eso sí, «no estar muy al corriente» de la masificación que existe en la isla, si bien se atrevió a concluir que existe un «equilibrio correcto» en la llegada de turistas.

Por último, y una vez que su gran sueño ya es una realidad, Branson se mostró dispuesto a seguir trabajando en nuevos proyectos que tengan a Mallorca como escenario. «Si vemos algo tan especial como esto, nosotros siempre estaremos abiertos a involucrarnos», concluyó el magnate británico, un enamorado de la isla que quiere seguir echando raíces, personales y empresariales, en su tierra de acogida.