El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy (d), recibe desde su escaño el aplauso de la bancada popular tras pronunciar su discurso de investidura, la tarde de este martes en el Congreso de los Diputados. | Efe

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Rajoy tiene asesores hábiles. En su discurso de investidura ha apelado al peligro secesionista catalán y ha hecho un guiño al constitucionalista PSOE «en nombre de la unidad de España». Es una apuesta inteligente. Como es sabido, el líder de las derechas en los años treinta José Calvo Sotelo pronunció su famosa frase «prefiero una España roja a una España rota». Y como también es archisabido, fue asesinado por un comando de guardias de Asalto y militantes del PSOE mandados por un capitán de la Guardia Civil. Fue Luis Cuenca, un guardaespaldas de Indalecio Prieto, quien apretó el gatillo. A su lado se sentaba otro militante socialista, Santiago Garcés Arroyo, futuro jefe del Servicio de Información Militar del ejército de la República en guerra. Iban en una camioneta del cuartel de Pontejos (detrás de la Puerta del Sol) a cuyo mando estaba el comandante Burillo. Aquel margnicidio e inmenso error fue determinante para el estallido de la guerra civil.

Han transcurrido ochenta años. Nada tiene que ver con la realidad actual. Pero Rajoy es listo. Busca la división interna del actual PSOE, igual como la división interna de los socialistas hace ocho décadas también fue determinante para que algunos actuasen por su cuenta pistola en mano y coadyuvasen a llevar la nación al desastre. Rajoy sabe que los barones socialistas andaluces y extremeños (sobre todo) se ponen histéricos ante las reivindicaciones catalanas. Estas comunidades son receptoras. Obtienen del Estado mucho más dinero para sus arcas públicas de lo que puede ofrecer su PIB. Por contra, los catalanes, igual que los baleares y los valencianos pagan mucho más de los que reciben. Mientras, Madrid presume de ser la comunidad más ponedora, pero no dice que casi todas las grandes empresas que operan en toda España tributan sólo en Madrid, con lo cual las cuentas la Cibeles están hinchadas. Por tanto, el anticatalanismo activo da muchos votos al otro lado del Ebro. Hacer la puñeta a los catalanes siempre ha dado jugosos beneficios a los unitaristas rasgacamisas. Muchos, sólidos cantantes y sonantes.

La estrategia de Rajoy desde hace años ha sido quebrarle las patas al PSOE. En parte lo ha logrado. El fomento espectacular que ha tenido Podemos en el Madrid mediático en los dos últimos años les ha costado a los socialistas docenas de diputados. Por otra parte, Rajoy ha seguido una estrategia de confrontación con los catalanes durante cuatro años. Les ha enervado y les ha enfurecido. Ahora les amenaza con el látigo del trilingüismo. A cambio, Mariano se ha convertido en el abanderado de la unidad de España y ha sumado sutilmente a esta causa al PSOE de la España meridional y atrasada.

Después de las elecciones del 20 de diciembre se vio que Sánchez estaba atado. Los números salían: la coalición de PSOE más Podemos y los nacionalistas catalanes y vascos tenían una holgada mayoría. Es exactamente la misma correlación de fuerzas que se opuso al golpe de Estado de Franco en 1936. Pero España ha evolucionado mucho en ocho décadas. Las cadenas mediáticas madrileñas próximas al PP le enchufaron la alcachofa a Susana Díaz, que se convirtió en la abanderada de las «líneas rojas». Jamás pactar con los catalanes. Resultado: un absurdo pacto Sánchez-Rivera...fracaso...y nuevas elecciones.

Ahora Sánchez y su equipo le han tapado la boca a Díaz. En privado, la dirección socialista de Madrid califica como «Los Morancos» a Susana y sus palmeros. Huelen a satélites del PP (ópera magna del anticatalanista Rajoy). Los demás socialistas quieren que Mariano coma el polvo de la derrota esta semana. E intentarán mantenerse firmes en la nueva intentona de Rajoy en octubre. ¿A donde van? A que Rajoy desista y el PP presente otro candidato «asumible» para una legislatura que apenas durará un año y medio. No les sobra el PP, les sobra Mariano. ¿Y luego? A la victoria de Sánchez. Pero para eso tienen que mantener callada a Susana y sus Morancos. El PSOE tiene demasiada historia detrás y sabe que la indisciplina se paga muy cara. Ahora, y en los tiempos del cuplé.