Interior de un edificio monumental de sepulturas en el cementerio de Palma. | miquel angel canellas

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El sector funerario facturó en 2022 más de 1.600 millones de euros en España y supone ya un 0,13% del Producto Interior Bruto (PIB) del país. Con la excepción del año 2020 (atípico por la pandemia de la COVID-19) se observa una ligera tendencia al alza del negocio, crecimiento que se produce también en Baleares. Las Islas lideran el ránking nacional de repatriaciones, el servicio más costoso de todos los que se ofertan en el sector

En Baleares las defunciones aumentaron un 5,91 % entre 2021 y 2022 según la Radiografía del Sector Funerario que publica anualmente la patronal nacional. En ese mismo periodo Cantabria refleja el mayor incremento del país (hasta un 11,78 %) y Melilla el mayor descenso (-14,51 %). El funerario no es ni mucho menos un negocio residual en Baleares, el territorio de España que en estos momentos gana más población. A la par que aumenta la población crece el número de fallecimientos y se amplían las posibilidades de negocio de un sector que sigue siendo tabú entre buena parte de la población. En 2020 el censo nacional contabilizaba 23 empresas funerarias en Baleares, una más que en toda la Comunidad de Madrid. La funeraria de Palma es la que más factura, diez millones de euros al año.

Dos años después, igual que ocurre con las clínicas veterinarias, uno de los líderes nacionales del sector ha comenzado a comprar las pequeñas funerarias de Baleares y tienta a los ayuntamientos para privatizar la gestión de este servicio básico. La catalana Átima se ha hecho con Serveis Funeraris d’Inca (Inca) y con Funerària Sastre (Santa Maria del Camí). Hoy por hoy controla el tanatorio y el crematorio privados de la capital del Raiguer. A través de su compañía Serveis Funeraris de Mallorca ya gestiona también parcialmente los cementerios de Binissalem, Mancor, Sencelles y Biniali. Además realiza servicios funerarios de Andratx, Esporles, Consell y Alaró.

Su incursión en el entramado empresarial funerario de Mallorca arrancó en 2019 con la apertura de sus oficinas en el hospital de Son Espases. «Con la adquisición de las dos empresas funerarias históricas del Raiguer ampliamos nuestro radio de acción a Inca y a los municipios cercanos», dijo su consejero delegado, Josep Ventura, en declaraciones a este diario el pasado mes de noviembre. Hasta la fecha el grupo ha invertido unos tres millones de euros y mantiene su objetivo de hacerse con las empresas funerarias familiares «que no tienen garantizado el relevo generacional».

Padre e hijo trabajan juntos en la Funeraria Nort de Alcúdia.
Padre e hijo trabajan juntos en la Funeraria Nort de Alcúdia.

No todos los que las han recibido ofertas de compra están dispuestos a vender. Entre los que han dicho ‘no’ están Funeraria Malondro (sa Pobla), Funeraria Lloseta y Parc de l’Auba (Manacor). La primera es una empresa familiar que va ya por la cuarta generación, la segunda la abrió un extrabajador de Serveis Funeraris d’Inca en 2016 y la manacorí es la funeraria de mayor volumen que había hasta la fecha en el sector local. Su gerente, Onofre García Prohens, fue durante años el presidente de la Asociación de Funerarias de Baleares, inactiva precisamente desde el año 2020.

«Baleares se caracteriza por tener muchas microempresas funerarias, son empresas familiares muy pequeñitas, algunas de ellas con una tradición de varias generaciones, otras más nuevas. En mi caso somos una empresa familiar que empezó mi abuelo hace 75 años y continuamos nuestro camino fuera de influencias externas», explica García Prohens en referencia a la catalana Átima.

Admite que, como a otras muchas funerarias de Mallorca, les han intentado comprar. «Ha habido contactos, pero no es nuestra intención vender. Tenemos garantizado el relevo generacional y aunque somos una pequeña empresa no somos una microempresa. Tenemos un volumen anual de facturación de unos 2 millones de euros que nos permite dar ese salto», relata.

Al disponer de horno crematorio propio no necesita de los catalanes para ofrecer sus servicios. La distancia también juega a su favor. «Nosotros hemos mantenido las tarifas que teníamos porque no entramos en su área de influencia, no digo que a otros no les haya pasado. Hace muchos años que hicimos un cambio radical en la empresa apostando por la autogestión para no estar pendientes de nadie ni de nada, ni de empresas privadas ni de administraciones. Hicimos inversiones muy grandes y tenemos no solo un horno, sino incluso un cementerio privado. Atendemos las 24 horas los 365 días al año, es una concepción diferente», dice.

Los poblers de Funeraria Malondra sí están en el radio de acción de la empresa catalana. Mantienen una buena relación con ellos a pesar de que no quisieron vender y utilizan a menudo su horno crematorio. En cambio otras pequeñas funerarias denuncian que los catalanes no les quieren dar este servicio porque les consideran «la competencia». Recurren así a otros hornos crematorios, principalmente de titularidad municipal. Los crematorios de los cementerios municipales de Inca y Sóller son los más económicos y no se plantean privatizar el servicio.

«Este es un servicio público y eso no va a cambiar ni por todo el oro del mundo», dice Carlos Darder (PP), regidor de Cementerio del Ajuntament de Sóller. «Hasta la fecha no hemos recibido ninguna propuesta por parte de los catalanes ni de ninguna otra empresa, pero tenemos claro que el servicio seguirá siendo municipal», dice. Mamen Oses (PSOE), regidora de Cementerio del Ajuntament d’Inca se mantiene igual de firme: «Mientras yo sea la responsable este servicio que es de primera necesidad no pasará a manos privadas». Oses afirma que desde que Átima compró Serveis Funeraris d’Inca ha aumentado la demanda de uso del tanatorio municipal. «Tenemos servicio de limpieza de panteones y nichos, entierro, incineración y velatorio. Lo único que no tenemos es el tema de autopsias, pero por ejemplo la sala la alquilamos y está preparada para embalsamar», detalla la edil inquera.

En su opinión, el hecho de que el Ajuntament d’Inca mantenga precios asequibles en la incineradora municipal contribuye a que la empresa catalana no pueda subir las tarifas. «Si no han podido poner un precio más alto a la incineración es porque nosotros damos el servicio y llevamos años sin actualizar su precio, no sé cuánto tiempo lo podremos mantener», concluye. Otras fuentes apuntan a que los precios bajos de Átima son una estrategia empresarial: «Tirar los precios para forzar a las pequeñas funerarias a vender y luego poner los precios que quieran».

El regidor Carlos Darder junto a Ginés Far, encargado de la funeraria de Sóller.
El regidor Carlos Darder junto a Ginés Far, encargado de la funeraria de Sóller.

Carlos Darder explica que la demanda también crece en el horno crematorio de Sóller. No solo da servicio a los 15.000 habitantes del municipio sino que atiende también a los pueblos vecinos. No se plantean crear tarifas diferentes para residentes y no residentes. «Entendemos que hay que dar un servicio público en un momento de desgracia para las familias, el fallecimiento de uno de sus miembros. El precio y la proximidad son determinantes», afirma. Eso hace que el crematorio de Sóller funcione a diario. Cada servicio está tres horas en el horno desde que se mete la caja con el difunto hasta que depositan los restos en la urna. «Aunque tenemos, junto con Inca, las tarifas más económicas de la Isla, la demanda es tan alta que da beneficios. Es un dinero que repercutimos en la misma administración municipal y que nos permite mejorar este y otros servicios», concluye.

Sóller ingresa anualmente unos 331.000 euros de media a través de su funeraria municipal. El año de la pandemia la facturación subió un 30 % y se notó un incremento de la incineración frente a los enterramientos. «Por el tema de la COVID-19 mucha gente se decidió a incinerar y ahora es una tendencia que se mantiene al alza», resume. Sóller es un ejemplo de que un servicio municipal también puede ofrecer ese «trato personal» que tienen las pequeñas funerarias privadas de Mallorca. La clave de la humanidad del servicio la tiene Ginés Far, el encargado de la funeraria pública que ya tiene 62 años y conoce el trabajo desde niño. Su padre se encargó antes que él. «Quiero destacar su profesionalidad, actitud, y el buen trato en un momento dramático para las familias. Estamos muy contentos con él y con su equipo. Nos permiten dar el mejor servicio y trato en los peores momentos que pasa una familia en la etapa de la vida. Cuando se va alguien querido», concluye.

Entre los clientes habituales de los crematorios municipales de Inca y Sóller está Toni Moreno, propietario de Funeraria Balear Nort (Alcúdia). Fundó en 2015 un negocio familiar en el que también trabajan su hija (se encarga de los arreglos florales) y su hijo. «Yo siempre he trabajado en bares y restaurantes pero tuve un cáncer y me tuvieron que quitar un riñón, eso me obligó a dejar el bar y un compañero que siempre me hablaba del sector me metió el gusanillo y me lancé», explica.

Moreno no ha recibido aún una oferta formal de compra, «Me encanta lo que hago, es un trabajo muy delicado que necesita un trato especial», explica. Aunque dice que «realmente» no quiere vender, admite que «si viene uno y me da un dinero muy elevado a lo mejor me abre los ojos». «No me gustaría dejar el sector porque disfruto mucho con el trabajo, tengo muchas amistades y está la parte más bonita que es ayudar a las familias en días muy difíciles», añade. Presta todos los servicios (recogida en el hospital, partidas de defunción, incineraciones y repatriaciones) aunque no dispone de una incineradora propia. Como otras muchas empresas familiares, para incinerar los cuerpos, recurre a los hornos crematorios municipales con precios más económicos. «También recurrimos a Bon Sosec, Son Valentí y Manacor, pero por ejemplo la nueva empresa catalana que ha comprado en Inca no nos quiere porque nos consideran su competencia, solo cogen a según quien», dice.

Josep Ventura, consejero delegado de Áltima, en el tanatorio de Inca.
Josep Ventura, consejero delegado de Áltima cuando la empresa compró el tanatorio de Inca.

Entre los que sí han recibido oferta de compra pero no se han dejado tentar está Luís Alba, propietario de Funerària Lloseta. «Yo trabajé durante ocho años en Serveis Funeraris de Inca y me fui (porque me hicieron una faena) antes de que lo compraran los catalanes. Monté mi propia funeraria y estoy contento. Después de comprar en Inca, Altima me llamó para convencerme de que dejara mi empresa y volviera a trabajar a Inca. Me decían que pusiera precio, pero les dejé claro que estoy bien como estoy y no tengo intención de vender», explica. Dice que desde que Altima entró en el sector funerario de Mallorca él trabaja un 30 % más que antes.

«Yo soy pequeñito e intento llevarme bien con todos. Al final en una isla como Mallorca el boca a boca hace mucho y mi punto fuerte es hacer una atención lo más personal posible sin estafar a la gente en un momento muy complicado de su vida. No he modificado mis precios», concluye. Aunque de momento no ha querido vender no sabe si acabará haciéndolo dentro de diez años cuando le llegue la edad de jubilación si no encuentra relevo.

En sa Pobla sí hay relevo generacional. Miguel Bennàssar es la tercera generación al frente de Funeraria Molondro y sus hijas ya son la cuarta. «Le dije a la empresa de Inca que si no tuviera a mis hijas sí podría vender. Tengo muy buena relación con ellos, utilizamos su crematorio», explica. También ha notado un aumento de la demanda. Durante años ha sido miembro de la Asociación de Funerarias de Baleares, ahora inactiva

Quien nunca llegó a entrar en la asociación balear es Francisco Bisbal, propietario de Llar d’Estells (Porreres). «En la antigua asociación de funerarias no nos quisieron. Las condiciones que nos pusieron no nos parecieron aceptables. Eran anti todo. Para nosotros lo más importante es defender los valores de la familia. Somos dos socios y unos cuantos empleados y esta semana cumplimos 15 años», resume.

Arnau Matas Mayol de Funeraria Sant Joan lleva en el negocio desde el año 1972. Cree que no llegará a recibir una oferta de compra. «Me parece que están más enfocados a comprar funerarias más grandes de sus alrededores pero en cualquier caso yo soy la tercera generación y tenemos garantizado el relevo generacional, no es nuestra intención vender», dice. Priorizan el uso de los cementerios y crematorios municipales. Recuerda que en Sant Joan el uso de la sala de velatorios es gratuito.

En el cementerio municipal de Alcúdia no se cobra ni siquiera por el uso del terreno. La regidora Carme García (UxA) advierte de que «algunas aseguradoras se aprovechan del desconocimiento y vulnerabilidad de las familias en esos momentos y les cobran por los derechos del suelo cuando a nosotros no nos pagan nada». «Es importante que todas las personas sepan que, si tienen contratado un seguro de decesos, si el gasto que realizan es inferior al de la cobertura contratada les tienen que reembolsar el resto del dinero», dice.

El Ajuntament d’Alcúdia (que no dispone de horno crematorio) no tiene intención de privatizar los servicios que ofrece. En mayo termina de trabajar su fosero y sacará la plaza. «Queremos llevar el cementerio y que las funerarias hagan su trabajo, como Ajuntament no queremos depender de ellas», dice García. En estos momentos la regidora está centrada en la aprobación de una ordenanza que regule todo lo que tiene que ver con el servicio. «No pagan para enterrar ni los particulares ni las empresas y ha habido muchos abusos. Nos han traído difuntos de diferentes pueblos», lamenta. Su fosa común no se vacía desde los años 80.