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La cita es este martes a las 19 horas en Quars llibres y el tema es de rigurosa actualidad. El psicólogo clínico Francisco Villar, coordinador del programa de Atención a la conducta suicida del menor en el hospital San Joan de Déu de Barcelona, presenta su libro Cómo las pantallas devoran a sus hijos, y no da tregua, «yo prohibirá los móviles hasta los 18 años».

Asegura que los adolescentes de hoy están más solos y desesperanzados. «La tecnología no ha venido para ayudar a tener más amigos o una mayor calidad de las relaciones», desmiente el discurso de las grandes tecnológicas. «Hay que apagar las pantallas para encender la vida», aconseja.

Villar se refiere a una información sobre las guarderías catalanas en la que «decían que los niños llegaban con problemas de lenguaje, de motricidad, sin mirarse a la cara», pero al quitar las pantallas, «se demostró que la vida brota».

Es enemigo acérrimo de las empresas que desarrollan el mundo virtual pues, aunque su discurso es el contrario, «no hay nada bueno, ningún aspecto positivo en poner una pantalla a un niño, no se ha demostrado».

Recuerda que este negocio se basa en robar el tiempo y que si hasta ahora los niños y adolescentes crecían con sus procesos naturales, ahora «se han visto interrumpidos» por la tecnología. «Nos vendieron que los niños serían más inteligentes pero no. Son falacias a las que se han agarrado. El artefacto interrumpe y afecta a su desarrollo», añade.

Señala Francisco Villar que para el uso de nuevas tecnologías es fundamental el principio de responsabilidad, «con 12 o 13 años saben perfectamente los peligros de la conducción pero no les dejamos conducir».

Y precisamente los peligros de este nuevo mundo sin control están directamente relacionados con el incremento de autolesiones e intentos de suicidios de los adolescentes. «Es lo peor que nos ha pasado en prevención del suicido», advierte. Y señala algunas de las consecuencias del abuso de las pantallas: «Los jóvenes son más impulsivos, tienen menos capacidad de tolerancia y a la frustración, menos empatía, están expuestos a una violencia nunca vista y se enfrentan al ciberbullying, al acoso sexual, a la presión social y comparativa... Buscan los valores en la red y se los transmite cualquier disparatado», señala. En su unidad de atención a la conducta suicida el 90 % de los pacientes son chicas de unos 13 años.

Y es que los algoritmos de las redes sociales funcionan como un espejo de forma que «si un chaval pregunta sobre salud mental en TikTok en 20 segundos está en un pozo de mensajes deprimentes, de grupos prosuicidio», alerta. Villar denuncia que se ha creado un producto sumamente adictivo y se le ha ofrecido a los menores. «No hay nada más atractivo que eso, bueno sí, el fentanilo», añade.

Este experto es un firme defensor de la educación libre de dispositivos y tiene fe en esta lucha que ha empezado a andar. «La heroicidad de unos pocos colegios que prohibieron los móviles es ahora una norma», señala, porque «no queremos gamers, queremos makers, que creen».

Para Villar, «un chaval de 12 años con móvil es un peligro público». El primer paso sería prohibirlo hasta los 16 aunque si por él fuera, no lo tendrían hasta la mayoría de edad, o bien sí «pero con controles parentales reales». Y dice reales porque los que se manejan en la actualidad son «pretendidamente insuficientes», incida, «los diseñan los mismo que intentan hacer el negocio. Ya me dirás el control de Instagram que pide poner la fecha de nacimiento...».

Este psicólogo clínico advierte de que los adultos tienen una responsabilidad con los menores que están en proceso de desarrollo. Un dispositivo móvil es una manera de «arrebatarles oportunidades».

El apunte

Los dispositivos electrónicos son algo «antiecológico de primer orden»

No sólo son disruptores educativos o de crecimiento, según el psicólogo clínico Francisco Villar, los dispositivos electrónicos son también «antiecológicos de primer orden» . Pide liberar las aulas de las tecnologías, así como las habitaciones de los adolescentes. «Esto ha venido a comerse las horas de nuestros hijos, y la tecnología debe liberarlas».