Prohens saluda a la díscola Cañadas. La presidenta del Govern se encontró en Es Baluard Museu, que este jueves celebró su 20 aniversario, a la diputada Manuela Cañadas, una de las rebeldes de Vox. En la imagen, Prohens saluda con naturalidad a la política. Llorenç Galmes observa el gesto. | M. À. Cañellas -

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No cuesta imaginar que la próxima madrugada del  jueves al viernes, cuando se inicie la campaña electoral para las elecciones en Galicia –la comunidad autónoma que presidió cómodamente Feijóo con mayorías absolutas hasta que decidió dar el salto a la política estatal– alguien pregunte al presidente de Vox, Santiago Abascal, si no teme que lo que está pasando con su partido en Baleares puede condicionar su futuro. Galicia es una de esas comunidades donde el partido de extrema derecha no había logrado asomar la cabeza. Y tampoco resulta exagerado imaginar que haya en el PP quienes esperen al resultado de esas elecciones, convocadas para el 18 de febrero, para poner sobre la mesa la conveniencia de que Feijóo corra la misma suerte que su antecesor, Pablo Casado. Atenta a todo, estará la presidenta de la comunidad madrileña, Isabel Díaz-Ayuso. Todo está conectado.   

No hace falta detallar demasiado qué es el ‘efecto mariposa’: se sabe que una variación, aunque sea mínima, puede condicionar la secuencia que parecía lógica hasta ese preciso instante. Viene a ser también, y por cambiar de símil, como una secuencia de carambolas de billar.

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La crisis balear de Vox –con dos partes expulsándose mutuamente sin que ninguna se dé por expulsada, un galimatías tipo ‘de la parte contratante de la segunda parte’ de Marx (Groucho, no Karl)– está sacudiendo la política estatal. No es la primera vez que alguien se pregunta qué está pasando en Baleares. Esta vez son los principales medios (los escritos lo llevaban este martes a sus portadas y los digitales no paran de informar cada tantos minutos desde el lunes) quienes se lo preguntas y analizan consecuencias. Y también se analizan en las direcciones de los partidos. El lunes, cuando la mayoría del grupo parlamentario balear de Vox comunicó que echaba a la presidenta del partido y al presidente de la Cámara, la presidenta del Congreso de los Diputados estaba en el Parlament balear. La presidenta del Congreso es la secretaria general del PSIB, Francina Armengol, que presidió el Govern hasta que la ‘popular’ Marga Prohens llegó a la presidencia gracias al apoyo de Vox. La euforia desbordaba a PP y Vox tras aquellas elecciones del 28 de mayo de 2023. Incluso mantuvieron la euforia cuando Pedro Sánchez decidió anticipar las elecciones generales.

Esa decisión no rebajó la euforia inicial e, incluso, entre ambas convocatorias se cerraron acuerdos de gobernabilidad entre Vox y el PP para las autonomías. Uno fue el de Baleares. Por diferentes razones, al que el estallido del martes ha aportado la luz que faltaba para entenderlo (y que la periodista Nekane Domblás ya adelantó el 24 de diciembre en su artículo ‘Por qué Vox no entró en el Govern’), el partido de Abascal se quedó fuera del Ejecutivo de Prohens. Pero fue una decisión de Sánchez, proponer a Armengol para presidir el Congreso, la que dio al socialismo balear un protagonismo que no había alcanzado antes, ni siquiera en cuando Félix Pons ocupó ese puesto. Armengol era la única líder estatal del PSOE que facilitaba que el partido de Puigdemont (todo está conectado) pudiera plantearse apoyar a Sánchez. A cambio de la amnistía sí. Armengol, desde entonces, ha tenido amplio protagonismo y hasta se lo ha quitado a Prohens en lo institucional. Atada hasta ahora a Vox, Prohens tiene que elegir cómo quiere gobernar, si con 30 escaños (incluidos cinco tránsfugas) o con los 25 del PP más los 3 que han dejado Vox y un curioso político de Formentera. Y tiene en su mano, después de abril, decidir si adelanta las elecciones. «Estamos preparados para unas elecciones», dicen en la ejecutiva del PSIB. Este partido tiene su propio elefante en la habitación: que Armengol tenga que elegir si vuelve a enfrentarse a Prohens. Sólo lo sabe una persona.