José Ramón Ubiero impartirá una charla en CaixaForum el próximo 22 de enero. | R.L.

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El psicólogo clínico y psicoanalista José Ramón Ubiero (Huesca, 1958) protagonizará la primera conferencia del ciclo Jóvenes Los desafíos de la transformación social organizado por Ultima Hora con la colaboración de la Fundación ‘La Caixa’. La cita, de entrada libre y con capacidad hasta que se agote el aforo, será el 22 de enero a las 19 horas en CaixaForum. Su disertación sobre las claves para la salud mental en infancias y adolescencias no dejará indiferente, he aquí un pequeño avance.

¿A qué edad está preparado un niño para tener un móvil?
La pregunta debería ser ¿en qué condiciones podemos dejar acceder o cómo acompañar al acceso digital a niños y adolescentes? El móvil es una pasarela que conecta al mundo digital y su entrada debe ser gradual, no es tanto a qué edad sino cómo se lo damos. Tiene que haber unos pasos previos, ver cómo reacciona ante las pantallas, si también usa tablet o Play, si es responsable o se tira horas… Hasta los 14 años sería bueno que no tuvieran un móvil propio pero la realidad es que el 50 % ya lo tiene a los 9 o 10. No estoy a favor de una prohibición porque crearía más problemas pero de los 0 a 3 años nada de pantallas; de los 3 a 6 una primera aproximación limitada de 30 minutos; entre 6 y 10 años ampliaría pero nunca con dispositivo propio y a partir de los 12 sólo si hay un problema de localización o conciliación. A los 14 sería lo suyo.

La gran mayoría tiene móvil en Primero de ESO, a los 11 años.
Ahora mismo estamos en una curva de sobreexpectación, término fue acuñado por Gartner. Cuando surgen todas las tecnologías crean esta expectación por disruptivas. Estamos llegando al final de la curva y somos conscientes de que hay un lado oscuro, por eso llegan todos los movimientos de familias que quieren un inicio tardío y el movimiento de desconexión de las pantallas. Son movimientos que pueden ayudar a caminar en la dirección del acceso gradual.

¿Y el control parental?
La mejor app de control parental son los padres porque no sólo hay que vigilar tiempo contenido y espacio. Confiar en que la tecnología solucione los problemas que también ha creado es de iluso. Ellos van un paso por delante de nosotros. No sólo hay que vigilar, hay que acompañar, enterarse de qué le pasa al niño, de qué le precupa, qué ve, si tiene problemas con amigos, sentimentales, de acoso, de exclusión… Hay que ver cómo ayudarles en esos problemas, que son el centro de su vida.

¿El abuso de la tecnología está detrás del auge de los problemas de salud mental?
La pandemia provocó un efecto psicológico preocupante en niños y adolescentes porque significó el desapego de los iguales que sólo se mantuvo a través de las pantallas. Los problemas son anteriores pero en esa época estuvieron un tiempo sin seguir el curso, hacer deporte o socializar en momentos importantes porque el verano de los 15 años sólo pasa una vez. Esa pérdida les afectó y exacerbó síntomas que ya estaban. Las pantallas no son una causa pero agravan problemas que ya existen. La gente con problemas busca soluciones en Instagram y a veces encuentra más problemas.

¿No se investiga a empresas como Meta por este motivo?
Hace mucho tiempo que esta empresa tenía informes internos donde advertían de que los algoritmos favorecían conductas peligrosas para la salud mental y no se hizo nada porque su objetivo es económico. Ha sido necesario que arrepentidos digitales lo hayan puesto en evidencia para que se investigue. Vivimos en un mundo digital. En un parque ves a cuatro chicos mirando su móvil y estarán jugando a algo que a su vez comentan. Hay muchas personas vulnerables con robot asistencial. Tenemos artistas que se casan con hologramas, conversaciones a diario con chatGTP… No es un objeto que se pueda prohibir, sino que hay que regular las condiciones o reglas de ese mundo.

¿Un dispositivo inteligente hace niños menos inteligentes?
El economista Joseph Schumpeter tiene la teoría de que la sociedad se mueve en base a olas tecnológicas que desbordan lo que había y establecen un nuevo paisaje. Pasó con la imprenta, el vapor y ahora es la ola digital que ha cambiado el panorama. Cuando se produce hay un deslumbre, quedamos hipnotizados y es necesario introducir mecanismos de corrección. En educación se idealizó la tecnología. En Catalunya se ha creado una comisión de expertos para revisar la digitalización y ver en qué ayuda y en qué no. Lo digital no debe sustuir lo pedagógico.

Pero prefiere hablar de amantes de la tecnología, no adictos.
Todos los padres creen que sus hijos son adictos y muchos chicos también. Los adolescentes se pasan la vida chateando, quedando, posteando, no es un uso autístico, por eso no son adictos. ¿Cuántos casos clínicos de adicción se registran? Un 3 % aproximadamente, que no son pocos pero no es lo mismo. Lo que hay es la sobreutilización o el uso problemático.

¿Qué recomendaría a los padres para que reconecten con sus hijos y afronten el uso del móvil?
Tres acciones: La primera es establecer espacios libros de conexión, como patios y aulas. En el ámbito familiar el espacio de estudio o el de dormir debe ser sin móvil y también las comidas familiares que son un lugar privilagiado para hablar. Hay que eliminar incluso la televisión, uno de los principales éxitos académicos es comer juntos sin pantallas. Segundo no basta con menos horas de pantallas, también hay que usarlas mejor y eso requiere de una alfabetización digital: enseñar a privatizar, no compartir fotos suyas, no geolocalizar, no admitir a desconocidos. Y en tercer lugar hay que recuperar su atención prestándoles atención, estar con ellos y hacer actividades presenciales. De entrada no van a querer pero el deseo de la autenticidad del ser humano no se cambia por nada. ¿Implica más ateción? Sí.

El apunte

Los principales riesgos de la sobreexposición

Los hay relacionados con el juego ‘online’, con las ideas de autolesión, el ciberacoso o el porno pero el riesgo más importante es el secuestro de la atención, que es la base de la industria. Para niños y adolescentes, internet es el lugar donde hacemos casi todo, buscamos la manera de satisfacernos a través de vínculos o contactos y esa delegación es el verdadero problema porque hace que le quitemo tiempo al deporte, la lectura, los encuentros, los hobbies o el sueño.