Escaparate de la tienda 'Second hand first brand'. | Itziar F. Landero

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El mundo de la venta de segunda mano no es uniforme, mientras a unos les va muy bien a otros no tanto. No hay una norma que se pueda seguir a rajatabla para saber a qué negocios les irá bien y a cuáles mal; sin embargo, hay un sector que parece tener el éxito asegurado: las tiendas de artículos de lujo.

Simona Licci aterrizó en Palma hace ocho años, con su boutique La Simo Ropa, situada en calle de Catalunya, 4. En su tienda vende prendas y complementos de marcas como Gucci y Padra y su éxito ha sido tal que hace un año ha abierto un segundo local en la calle Jaume Santacília, 4. «Gracias a Dios a nosotros nos va muy bien, vinimos de Italia con una experiencia de 30 años en tiendas de segunda mano», explica Simona refiriéndose a su marido y a ella misma.

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Reconoce que no tiene muchos clientes españoles, sino extranjeros: «Los españoles hasta que no entran no entienden que son piezas de alta costura». Al ser una tienda de segunda mano funciona con un depósito de venta, la gente trae la ropa y la tienda pone un precio. Lo que más triunfa son los bolsos: «Vendemos muchos bolsos de Hermes, Gucci, Prada», entre otras marcas. Los precios, como sus productos, también son altos: «Un Hermes, por ejemplo, depende del tipo pero puede costar unos 11.500 euros. Es una tienda de segunda mano de alto nivel, Wallapop y Vinted no nos hacen la competencia».

Un caso similar al de Simona es el de Christine Boes, la dueña de Second hand first brand. «Las ventas van muy bien porque vendemos cosas diferentes de alta calidad», explica. Desde hace cinco años esta tienda situada en la calle del Baró de Santa Maria del Sepulcre, 10, vende prendas y bolsos de alta gama como Chanel, Valentino o Hermes. Sus clientes son mayoritariamente extranjeros y valoran mucho que sus productos sean de segunda vida: «Vino un matrimonio con sus hijos buscando un regalo para ellos y nos contaron que habían sido sus hijos los que habían insistido en que querían que el regalo fuera sí o sí de segunda mano».

Según explica Boes, la tienda tiene muy buena acogida por parte de los clientes internacionales porque «ellos conocen los precios originales» por lo que consideran que los de la tienda son «justos». Por ejemplo, se puede encontrar un bolso de Prada por 690 euros, mientras que uno de primera mano oscilaría entre los 1.500-2.000 euros. En cuanto a Vinted, la tienda no se ve amenazada por la plataforma puesto que cuenta con una clientela fiel que «prefiere comprar en la tienda y valora la segunda mano para favorecer al medio ambiente».

En contraposición al éxito de ambas, se encuentra la situación de Esther Seguí, la propietaria de la tienda Pipalook, especializada en ropa infantil. Su comercio ofrece ropa de segunda mano, pero también vende y alquila prendas de primera mano. La venta de ropa usada sólo la hace de manera online, pero no tiene mucho éxito: «El problema es que tengo muy poco tráfico, porque en el SEO de Google no sale mi negocio, incluso pagando».

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El abastecimiento de ropa usada sí que le funciona muy bien, porque muchas madres españolas se quieren deshacer y dar una segunda vida a la ropa que ya no les sirven a sus pequeños. Esta situación hizo que tuviera una gran excedente de género en su domicilio, del que no conseguía desprenderse. Por lo que se dijo: «Voy a probar con Vinted». «Vinted ha sido la solución, sino tendría que haber cerrado ya», confiesa.

La principal ventaja que encuentra con la aplicación es que permite la venta abierta a otros países: «De lo que vendo sólo el 15% es a españoles, el resto es a países como Francia e Italia. Creo que los que más me compran son los holandeses». Según Seguí, esto sucede porque en España hay marcas textiles infantiles ecofrendly «de gran reconocimiento» pero los españoles «no le dan valor» a la cultura de la segunda mano, al menos en su sector.

A Isabel Villanueva, la dueña de Rastro Palma, no le funciona la venta por internet, en su caso, sólo vende de manera física. En su establecimiento, situado en la calle Vicente Yáñez Pinzon, se pueden encontrar objetos de decoración y muebles, mayoritariamente: «Cojo todas las piezas que quepan en el local y me llamen la atención. Las tuneo sí veo una oportunidad y si el material es muy bueno lo respeto». Al preguntarle sobre las ventas, Isabel reconoce que la cosa «está flojita» pero que «va a seguir hasta que pueda».

«En noviembre hará nueve años que tengo la tienda, es la gran ilusión de mi vida. Tenía muchas ganas de algo así porque me encanta hacer manualidades y es una manera de relacionarme con la gente. No es un sistema de vida, es como un hobby ‘carito’», comenta. En cuanto a la clientela, dice que «es muy variada», ya que hay gente «muy joven y muy mayor». En el caso de los jóvenes, apunta que compran en su tienda porque tiene muchas reseñas positivas en su web.

Los artículos de lujo, lo que mejor se vende en la segunda mano
Objetos que se pueden encontrar en Rastro Palma

En cuanto a los precios, considera que sus productos son «muy asequibles», así como variados, ya que ha vendido cosas «desde 50 céntimos hasta unas butacas francesas por 1.600 euros». Al ser una tienda a depósito, sus clientes se llevan el 50% de todo lo que restaura y vende. En cuanto a la competencia, señala que no sólo le afecta Vinted o Wallapop, sino «todas las tiendas de segunda mano» en general.

Otra realidad la ofrece la directora general de la Fundación Deixalles, Xesca Martí, quien expone que en los últimos años ha habido un incremento en el número de clientes de sus diferentes puntos de venta porque «la gente está más sensibilizada con la sostenibilidad». La entidad sin ánimo de lucro, ofrece ropa, muebles, objetos para el hogar, entre otros productos, a un precio asequible, «lo cual hace que la gente, sobre todo después del Covid, haya podido seguir viviendo dignamente comprando de segunda mano», puntualizada Martí.

En relación a Vinted y Wallapop, entre otras plataformas, narra que ha afectado especialmente a la venta de ropa, ya que «antes nos llegaban prendas de más calidad, seguimos vendiendo mucha ropa, pero las piezas ya no son tan buenas». En este sentido, las personas que donan intentan vender por su cuenta en primer lugar sus prendas y si no lo consiguen las dan a Deixalles. «Al principio lo vivimos con mucha preocupación [la aparición de estas plataformas], pero, aunque aún estamos preocupados, estamos vendiendo mucho», asegura. Sobre esto, Martí cree que el éxito de la Fundación reside en que ofrecen «una segunda oportunidad», mientras que las apps para vender ropa usada «no lo hacen, es sólo una transacción».