Escaparate de la tienda Universo Bebé. | Pere Bota

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Universo Bebé es una tienda de segunda mano de artículos para bebés y niños, situada en la calle de la Libertad, 37. Su dueña, Pilar Belén, abrió el establecimiento hace cinco años con mucha ilusión; sin embargo, plataformas de venta online de productos usados como Vinted, han acabado con su negocio: «Después del Covid la gente se acostumbró a la compra online. Estoy solita en la tienda. No entra nadie».

Según explica, antes de la pandemia «las cosas eran totalmente distintas». Ahora, le llaman pidiendo cosas muy concretas: «Me piden si tengo unos zapatos azules de la talla 25 y esto no funciona a la carta». En su tienda se pueden encontrar ropa, cochecitos, juguetes, cunas, hamacas, tronas, en definitiva, todo lo que se necesita «desde que nace el bebé hasta que tiene ocho o diez años». Desde diciembre está haciendo liquidación, para cerrar definitivamente la tienda en enero: «No está yendo tan bien como me gustaría, funciono con depósito, no compro nada de lo que vendo. No viene nadie, ni a dejar, ni a comprar, entonces, se me echa el tiempo encima».

Por desgracia, ha tenido problemas de salud, por lo que ya la han tenido que intervenir dos veces. A esto se suma otra tercera operación a la que se tendrá que someter: «Después de cerrar no hay planes, sólo una lista muy larga de médicos y una pena muy grande». Asimismo, ha intentado utilizar Vinted para vender artículos grandes: «Lo he probado dos veces con el permiso de los propietarios, ya que tengo un precio cerrado con el cliente siempre. El problema es que la gente regatea y sí yo ponía algo a 10 euros, en la app me pedían cinco. Al tener precio cerrado la diferencia la pongo yo. No tiene sentido que lo use porque soy autónoma, estoy pagando un alquiler y con Vinted no cubro los gastos. Si declaro las ventas que haga con la plataforma no tengo nada limpio».

Todo el excedente del que no se deshaga se lo devolverá a los clientes y el género que se quede en la tienda, porque no venga nadie a recogerlo, se lo dará a la Fundación Escribano, «como siempre he hecho», asegura. Al hablar con ella, la voz se le quiebra y rompe a llorar: «Lo he dado todo, no he tenido horario para mi vida personal, he llegado aquí por la mañana a abrir y me he ido por la noche. La situación me está superando y me están comiendo los gastos».

Pese a todos sus esfuerzos las cosas no han jugado a su favor: sus problemas de salud, la competencia de las grandes superficies, las plataformas para vender y los grupos de Whatsapp, desde los que las madres se venden y compran la ropa entre ellas de manera directa. Además, cree que el decaimiento de la zona donde se encuentra el local también a jugado en su contra, ya que «cada vez es más difícil aparcar y entra poca gente aunque siempre ha habido movimiento en el barrio».

Pese que en su tienda se ha dejado caer «algún que otro extranjero, que entiende mucho mejor el concepto de la segunda mano porque en su país es algo mucho más natural», por lo general, su clientela ha sido siempre, según ella, «gente muy normal, españoles, la mayoría con hijos». «Me han venido muchas abuelas a comprar para cuando les dejaban a los nietos los fines de semana y gente que ha venido embarazada y luego ha seguido comprando al dar a luz», dice emocionada.

Su última esperanza eran las fechas navideñas, pero «con las Navidades tampoco ha habido repunte». Cada año organiza un evento en el que los padres pueden venir con sus hijos a la tienda para que Papa Noel les de sus regalos: «Ni haciendo esto, ni con el Black Friday, ni con publicidad pagada, nada ha servido». Estos días, intenta que los propietarios recojan sus artículos y poder echar la persiana definitivamente: «Me estoy volviendo loca poniéndome en contacto con ellos y no tener problemas, pero hay gente que te ignora, otra que le avisas y no viene, y otra que se echa a llorar conmigo».

Esta aventura de cinco años llega a su fin con todo el dolor de su dueña que no puede contener las lágrimas al hablar de su negocio: «Ha sido como mi bebé y ahora lo tengo que cerrar y duele. He intentado hacerlo lo mejor posible. He visto crecer a muchos pequeñajos aquí y ahora me duele cerrar la tienda».