Dos opearios de Emaya, se sostiene en el camión de recogida convencional durante el servicio. | Teresa Ayuga

TW
72

Cuando Palma está durmiendo, uno de los ruidos más reconocibles de la noche probablemente sea el de la recogida de la basura. Así lo pensamos vulgarmente. «Los de la basura» son decenas de trabajadores de la empresa municipal Emaya que cada noche intentan apartar toda la suciedad que se amontona en los barrios, dentro pero también fuera de los contenedores.

–¿Palma es una ciudad sucia?, se le pregunta a todos los entrevistados mientras acompañamos a un grupo de empleados para elaborar este reportaje nocturno.
–«Palma no es sucia. Lo son los ciudadanos. La gente es muy incívica», concluyen.

La capital de Baleares tiene, por lo tanto, ciudadanos que ensucian. Esta es la conclusión a la llegan cada noche 139 operarios de noche tras su jornada laboral, que empieza a las 23.00 horas y termina a 06.00 horas de la mañana. En este reportaje, acompañamos a tres grupos de trabajo con distintos camiones y en diferentes zonas de Palma. Fernando Monjón, 45 años, lleva 24 años en esta empresa municipal, de los cuales 17 en el equipo nocturno. Lleva un camión de carga lateral que puede recoger unos 50 contenedores, y cada contenedor contiene 3.200 litros de basura. Durante la jornada vacía la basura recogida en el vertedero y regresa a las calles para retirar más bolsas. Así hasta haber pasado por, al menos, 140 contenedores.

Los barrios de Palma con más incivismo serían, para trabajadores como Fernando y el resto de sus compañeros, Son Gotleu – «la ciudad sin ley», bromean–, Son Roca, Camp Redó o Pere Garau. Una de las razones es que estas zonas de Palma cuentan con una mayor población concentrada que el resto, aparte de otros motivos sociales y culturales –alta tasa de abandono escolar, mayor población multicultural...–.

Fernando pasa con el camión cada noche por las estrechas calles de Son Roca. «Cada día es una aventura», resalta, porque hay veces que ve coches parados y no puedes pasar, accidentes o acumulación de grandes bolsas de basura que sobresalen de la acera, como ocurrió el día de este reportaje.

Dani, Noemí y Manuel, con un camión de recogida convencional en el Polígono Son Castelló, durante su servicio nocturno.

«Por devoción, nadie quiere ser basurero. Pero a mí me gusta lo que hago. Es un trabajo duro y siento que la gente no lo valora. Solo ve lo bueno –se refiere al horario, que no es partido, a que es una empresa pública y al salario anual, incrementado un 33 % si es nocturno–. Los peores días son los que llueve y hace frío».

Nuevos camiones

El servicio de recogida de basura es cada vez más moderno. Los camiones ya no huelen como antaño y se está perdiendo esa imagen de dos operarios colgados detrás del vehículo, pues la gran mayoría de ellos alzan los contenedores (hay varios modelos) a través de un brazo tecnológico. «No es solo darle a un botón, es posicionar el vehículo en una línea y distancia determinada y manejar la máquina con mucha precisión», explica Fernando Monjón.

«El sistema ha mejorado», aseguran los entrevistados, que responde a las mejoras de los últimos años –hay que recordar que hace dos legislaturas, la empresa municipal adquirió casi 8.000 contenedores y 25 camiones e impulsó los vehículos con gas natural– y cuenta con un aumento histórico en el capital de Emaya, a fin de renovar vehículos, con 136.632.328 euros, un 1,8% superior–. «Soy consciente de que en Emaya ha habido mucha mierda interna, pero cada día se está haciendo mejor. En mi caso, intento que la política no interfiera en mi trabajo, pero te diré que se nota cuando gobierna un partido y cuando otro», menciona el trabajador Fernando.

Paquita Lucas, Julio y Ricardo López

Paquita Lucas, Julio y Ricardo López hacen un buen team para la recogida puerta a puerta en el centro de Palma. Circulan por las noches con su camión de carga convencional. Paquita y Julio salen escopeteados del vehículo cada vez que Ricardo, conductor de primera y a punto de jubilarse, se para cada 50 metros en la calle Jaume III. Por la noche, esta milla de oro está llena de los cartones de los locales. «Si es un día de frío y lluvia y mis compañeros [Julio y Paquita] se mojan, yo también. Porque somos una colla de tres», considera Ricardo, que lleva en la empresa más de 30 años y asegura que «he sido muy feliz y siempre me he sentido valorado». Ricardo López entró como peón.

Se describe como una persona justa. Intenta igualarse a sus compañeros que están por debajo de él. «Cada vez que me incorporo de vacaciones, acudo dos horas antes para limpiar la parte delantera del vehículo. Lo cuido mucho», explica como curiosidad. Opina, como el resto, que «la gente es muy incívica. Si tuviese la oportunidad de lanzar un mensaje, diría: «¿No te da vergüenza tirar la basura en la calle?» El trabajo del basurero es recoger la basura pero en condiciones. Si todos mantuviésemos la ciudad, Palma sería limpia», reflexiona Ricardo.

Su compañera Paquita, una de las cinco mujeres del servicio nocturno, entró en la empresa hace siete años y Julio, el año pasado. Ambos valoran bien trabajar de noche, pero en el caso de Julio quiere prosoperar y pasarse al equipo diurno. «Sin duda, cuando entré se me fueron todos lo prejuicios que tenía respecto a este trabajo», algo que, como Julio, repiten los entrevistados. «Las jornadas se pasan rápido, pero es muy físico y duro. La noche es un mundo aparte».

La recogida de trastos falla

Los trabajadores del servicio aseguran que la recogida puerta a puerta está fallando. «Los vecinos no respetan los días que marca el calendario», señalan. «Con la campaña ‘Palma a Punt’ intentamos revertir el problema con los trastos», expresa el jefe de gabinete de Emaya, David Suñer. Mientras que en el polígono Son Castelló solo se escucha el ruido del viento, Dani, Noemí y Manuel se desplazan con un camión de recogida convencional para coger toda la basura de las decenas de contenedores de la zona. «Lo mejor es que los fiesteros no molestan, nos dejan trabajar tranquilos», sentencian.

Los entrevistados sienten que el ciudadano podría reconocer más esta labor. Concluyen que a Palma no le hace falta más limpieza, sino ensuciar menos.