Candelabro judío en el interior de la sinagoga de Palma. | miquel angel canellas

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Científicos de distintas partes del mundo estudian desde hace tiempo la genética de los judíos como un modo de avanzar en el conocimiento de las enfermedades hereditarias vinculadas a mutaciones de genes. La endogamia que se dio durante años dentro del colectivo (ya sea por razones de credo o por la discriminación sufrida) ha provocado que determinadas enfermedades se den con mayor frecuencia dentro de los linajes judíos y que por lo tanto sea más fácil identificar los genes ligados a esas afecciones para avanzar en su tratamiento y erradicación.

En el año 2014 un equipo de científicos de los Estados Unidos e Israel impulsó una investigación que leyó los genomas completos de un grupo de 128 ancianos judíos asquenazíes y encontró en cada genoma unas 80 «variantes alarmantes». El estudio, cuyos resultados se publicaron en la revista Nature Communications sirvió para avanzar en la medicina personalizada.

De entre las mutaciones genéticas identificadas en los judíos asquenazíes está la del gen BRCA1 que aumenta un 60 % la probabilidad de desarrollar cáncer de mama. Hoy en día millones de personas se someten a estudios genéticos para detectar este riesgo y adoptar las medidas preventivas oportunas.

El legado genético de los chuetas mallorquines también ha sido objeto de investigación. La bióloga Joana Francesca Ferragut Simonet comparó en su tesis doctoral Genetic Legacy of Sephardic Jews: Paternal and Maternal lineages of Chueta population en la Universitat de les Illes Balears (UIB) varias regiones del genoma de distintas poblaciones con la idea de medir su diversidad genética y comprobar el origen sefardita de la comunidad mallorquina de origen hebreo.

La tesis de la doctora Joana Francesca Ferragut Simonet identificó un raro linage genético en los chuetas.
La doctora Joana Francesca Ferragut Simonet identificó un raro linaje genético en los chuetas.

«A pesar de la conversión al cristianismo de los judíos mallorquines (1391-1435) hubo un grupo que mantuvo prácticas criptojudías. Los descendientes de los condenados por estas prácticas en los procesos inquisitoriales del siglo XVII son los conocidos como chuetas. La memoria colectiva de sus orígenes se conservó y estuvieron discriminados y aislados de la población ‘cristiana vieja’ de Mallorca hasta mediados del siglo XX», dice el trabajo.

La bióloga parte de los quince apellidos conocidos tradicionalmente en Mallorca como chuetas y su alto grado de endogamia para investigar si el aislamiento cultural de la población supuso o no un empobrecimiento de la diversidad genética en las líneas maternas y paternas así como confirmar su origen sefardita. El estudio detectó que el halogrupo mayoritario en los chuetas es el raro linaje RO2m, que presenta una mutación específica que define una nueva sub-rama, no descrita antes en ninguna otra población.

El trabajo de Joana Francisca Ferragut Simonet no solo encontró influencias sefarditas en los chuetas sino que detectó el contacto de esta población con judíos norteafricanos y asquezaníes. Contra todo pronóstico la investigadora concluyó que no existe en la población chueta una importante reducción de la diversidad genética ni en el ADN mitocondrial ni en el cromosoma que es lo que se podría esperar de una población tan pequeña y aislada como la suya.

Aguiló, Bonnín, Cortés, Forteza, Fuster, Martí, Miró, Picó, Piña, Pomar, Segura, Valls, Valentí, Valleriola y Tarongí son los 15 apellidos del llamado colectivo chueta. Ari Molina, historiador y presidente de la Comunidad Judía de les Illes Balears explica la curiosa historia que motivó que solo estos linajes quedaran en la memoria colectiva.

«Cuando la Inquisición adoptaba un acuerdo de condena colocaba un Sambenito, una especie de poncho con un dibujo del delito imputado bajo el que estaba tu nombre. Cuando iban a dar cumplimiento a la condena los sambenitos se colgaban en la iglesia de los Dominicos de Palma. Era una advertencia a la congregación. A lo largo de los años los nombres iban desapareciendo por la carbonita y en un momento dado la Inquisición pide a Madrid dinero para renovar los sambenitos. En ese momento contestan que solo hay dinero para renovarlos a partir de determinada fecha y el resto desaparecieron. Los que se restauraron tenían los 15 apellidos chuetas de los que se habla, pero sabemos que hay más», explica.