Mica Cañellas, alcohólico rehabilitado, ahora ayuda a superar esta adicción a través de su asociación.

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Es una pandemia silenciosa que arrasa con todos los ámbitos de la vida de quien lo padece. Según cifras de la organización internacional Alcohólicos Anónimos, se calcula que solo en España hay tres millones de personas con una adicción grave al alcohol, aproximadamente un 8,8 % de la población. «En las Unidades de Conducta Adictiva (UCA) más de la mitad de los casos son principalmente por alcoholismo. El perfil no es, como se suele imaginar, una persona en exclusión social. La mayoría son personas de entre 30 o 40 años, con un nivel socioeconómico estándar, pero para las que el alcohol se vuelve el único foco en sus vidas», explica el psiquiatra y coordinador de las UCA Toni Zamora (Madrid, 1989). Mica Cañellas (Palma, 1968) fue una de ellas: «Prefería estar bebiendo que estar con mi hija, durante 8 años no fui padre».

Mica creció en una familia con recursos económicos. Tenía un familiar cercano ya con problemas de alcohol, pero vivió una juventud habitual: era buen estudiante, aficionado al cine y al deporte. Sin embargo, desde que empezó a beber socialmente con 16 años, fue creciendo un fantasma que se apoderó en pocos años de toda su vida. «Al principio con cuatro cervezas iba 'piripi', pero siempre quería más. Ya cuando bebía de normal ocho, no me hacían tanto efecto...Con treinta años, bebía entre 30 y 40 cervezas al día, y si podía, media botella de whisky», rememora.

«El adicto no es adicto porque es vicioso, porque no se controla o porque le da la gana. El adicto es adicto porque tiene una enfermedad, comparable, por ejemplo, a la diabetes o la hipertensión. Probablemente una persona comiendo lo mismo que el diabético no desarrolla la enfermedad. Con el alcoholismo pasa lo mismo, hay una susceptibilidad genética y una afectación de los factores externos. Hay un porcentaje importante en el que el adicto no elige ser adicto ni depende de él tener el problema. Es una enfermedad impuesta, como cualquier otra, que no se elige, pero que, eso sí, requiere como todas las enfermedades de voluntad y de conciencia de la enfermedad para tratarse», recalca el psiquiatra Toni Zamora.

Toni Zamora, médico psiquiatra y coordinador de las Unidades de Conductas Adictivas (UCA) del IbSalut. Foto: P. Bota.

Detrás de una adicción

Inmerso en esa vorágine, el alcohol arrasó con todas las esferas de la vida de Mica Cañellas, hasta tal punto de quitarle las ganas de vivir. Era esclavo del alcohol y el único foco en su vida: «Llega un punto en el que te autodestruyes a ti mismo. Necesitaba beber antes de tomarme el café por la mañana; prefería estar bebiendo que con mi hija pequeña, durante sus 8 primeros años de vida no fui padre. La llevaba al parque, pero yo me quedaba bebiendo en la terraza, no hablábamos, no me interesaba por ella».

Además de ser de por sí una enfermedad, el alcoholismo, como adicción, se suele dar como forma de evasión, tapando problemas de trabajo, de pareja y muchas veces traumas. «En un número muy elevado de adicciones hay detrás un evento traumático grave y esa conducta sin control es una manera que tiene el usuario para sobrellevarlo de alguna manera, anestesiándose. Desde abusos, problemas de apego en la infancia...», subraya el psiquiatra, quien remarca la importancia de ocuparse de la adicción y el trastorno mental a la par: «Tratar la una sin la otra es contraproducente».

Pedir ayuda

«Es una enfermedad invisible, quien la sufre entra en un círculo de excusas y manipulación. Cuando te preguntan de dónde vienes o en qué has gastado el dinero acabas mintiendo. Esto es para mí un claro síntoma de adicción. También cuando tus propios familiares o gente que quieres te recriminan tu consumo o te avisan de que te estás pasando. Si ya desde fuera dicen eso, seguramente ya hay un problema grave», propone Mica Cañellas.

El psiquiatra Toni Zamora recuerda que las Unidades de Conductas Adictivas son un recurso de la sanidad pública, totalmente gratuito. Psiquiatras, psicólogos y demás sanitarios ayudan a los pacientes a superar todo tipo de adicciones, desde el alcohol, drogas como la marihuana o la cocaína, o hasta la adicción a las pantallas, al juego o al sexo, entre otras. No hace falta pasar por el médico de cabecera, uno puede llamar o acercarse al centro más cercano para pedir una primera cita.

Hay salida

Ahora la mejor amiga de Mica, asegura él mismo, es su hija. «Llegué a tal punto autodestructivo, que con 40 años un día dije: 'Se ha acabado'». Así, empezó terapia y acudir a un grupo de ayuda. Se lo tomó en serio y cuatro años después, sin probar el alcohol, empezó a estudiar la carrera de Psicología. Hoy Mica es psicólogo y ha puesto en marcha una organización -'Las ovejas de Mica'- para ayudar a otros que pasen por esta situación y por la que ha recibido el premio Jaume II del Consell de Mallorca este 2023. Este miércoles, con motivo del Día Mundial del Alcoholismo, Mica acudirá al colegio Sant Felip Neri de Palma para contar su historia. Lo hará para concienciar, porque, advierte:«Los jóvenes por lo general no son alcohólicos, pero, si no van con cuidado, algunos pueden acabar siéndolo. Es muy importante la sensibilización como forma de prevención».