Saray Verdugo Muñoz le sonríe a la vida, aunque esta le ha puesto un obstáculo muy difícil. | Pere Bota

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«Ha habido otras cosas en mi vida más dolorosas que el cáncer». Este es el balance que realiza Saray Verdugo Muñoz, una mujer valiente y luchadora que está a punto de superar un cáncer de mama. Pese a ello, reconoce que «ha habido días muy negros» y cree que «morirse debe ser como el peor día de la quimio; el cuerpo se te apaga, pero al día siguiente revive».

Saray expone que en noviembre de 2022, cuando tenía 38 años, se detectó un pequeño bulto en el pecho y poco después -afortunadamente el proceso fue muy rápido- le confirmaron la enfermedad. «Me estaba duchando en la casa de mis padres en Cádiz y me noté un pequeño bulto en el pecho; cómo había dado pecho a mi hija hasta hacía poco lo pude detectar fácilmente. No le di mucha importancia porque pensé que era una glándula», cuenta. Sin embargo, se lo consultó a su ginecóloga en una visita, ella se lo palpó e inmediatamente llamó a otro compañero. Ambos decidieron derivarla con urgencia a hacerse pruebas. Saray llevaba un tiempo con mucho picor en el pezón y se lo comentó al radiólogo, así como que su tía había tenido cáncer de pecho. El sanitario ya le anticipó que no le gustaba el aspecto que tenía el bulto y le comunicó que sería necesario hacerle una biopsia. Ella se puso muy nerviosa y le trasladó que tenía una niña de un año y medio. El siguiente paciente no acudió a su cita y el radiólogo le realizó la prueba en ese mismo momento. Se confirmaron todas las sospechas: Saray tenía cáncer de mama.

«Me lo tomé bien, ya estaba concienciada», confiesa. Ella estaba «muy segura de que iba a ir bien». «Lo más doloroso fue preocupar a las personas que me quieren». En este sentido, señala que lo que más le costó fue darle la noticia a su madre, «porque sé lo que le duelen a una madre los problemas de un hijo». Sus padres, que están jubilados, se vinieron a Mallorca a cuidar de su hija y su familia; estuvieron en la Isla durante seis meses. «La ayuda de mis padres y mi marido es fundamental porque hay días que no tienes fuerza ni física ni mentalmente; esta última es la más importante», expresa. En este punto, hace una mención especial para los cuidadores, que son los grandes olvidados en esta enfermedad. Mis padres dejaron su vida por mí y mi esposo no me ha soltado la mano en ningún momento; él ha vivido mis momentos más negros».

«Mi hija era mi mayor fuerza y mi única preocupación»

La figura de su hija también ha sido determinante en todo este proceso. «Mi hija era el mayor aliciente, pero al mismo tiempo el único miedo que he tenido durante este proceso. No tenía miedo a morirme porque mi vida ha sido muy completa: he amado, he querido, he viajado... Pero sé que una madre es muy importante, especialmente para una niña». «Mi hija era mi mayor fuerza y mi única preocupación», confiesa.

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Saray deja claro durante toda la entrevista con Ultima Hora que su pequeña ha sido su máxima preocupación. «Ella se da cuenta de todo. Durante un tiempo no podía cogerla», expone con emoción. Además, recuerda que la única vez que la niña la vio llorar le secó las lágrimas y le empezó a explicar el cuento 'El monstruo de los colores'. Su gran fortaleza le han permitido disfrutar de su hija. «No he dejado de hacer nada con ella, salvo uno o dos días puntuales». Su objetivo siempre ha sido que su hija viva su enfermedad con la máxima naturalidad posible. De este modo, cuando se rapó el pelo le dijo que si quería lavarle la cabeza, a lo que la niña respondió que sí.

El tratamiento médico fue duro, pero el optimismo con el que lo afrontó Saray le ayudó a llevarlo bastante bien. Pese a ello, cree que «morirse es como el peor día de la quimio; el cuerpo se te apaga. Pero al día siguiente revive». Le dieron quimio cada 21 días durante tres meses; durante otro trimestre las sesiones eran semanales. Tras un mes y medio de descanso, la operaron para quitarle el tumor, le practicaron la mastectomía y la reconstrucción del pecho. Afortunadamente, no ha tenido que someterse a la radio, pero sí se inyecta una medicación específica para su tumor cada 21 días.

Luz al final del túnel

Saray ya ve la luz al final del túnel puesto que su tumor ha desaparecido. Cuando se lo contó a su hija, lo primero que ésta le respondió es que ya la podría coger. Aunque ella ha vivido con mucha entereza todo este proceso, destaca que «es muy largo, tu vida se queda en standby. Aprendes a escuchar a tu cuerpo y eso ha sido muy complicado porque yo soy muy activa; no me quería coger la baja, pero mi oncóloga me indicó que era necesario».

Consejos para otros enfermos

Uno de sus consejos para otros enfermos de cáncer es que pidan ayuda. En este sentido, insta a acudir a la Asociación Española contra el Cáncer, ya que a ella, así como a su familia y sus amigos, los están ayudando mucho. Además, considera fundamental «cuidarse la cabeza. El 80-90 % para superar esta enfermedad está en la cabeza». También pide que no se busque en internet información sobre el cáncer, «cualquier duda se la tienes que preguntar a tu equipo médico porque cada cáncer es un mundo».