Miguel Pérez Marsá, presidente de Abone.

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Miguel Pérez Marsá es abogado y en 2021 dio un paso al frente y aceptó la presidencia de Abone, la Asociación Balear de Ocio y Entretenimiento. En ese momento el sector estaba en su peor momento con la pospandemia y las restricciones COVID, que condenaron al cierre a muchos locales. Con él hablamos sobre el negocio del entretenimiento y los cambios que está experimentando.

Después de unos años apocalípticos para el sector que defiende, ¿qué valoración hace de la actual temporada, la segunda sin restricciones ?
—Pues somos muy optimistas y la valoración es positiva. Estamos muy satisfechos de los meses de abril, mayo y junio, aunque en julio y agosto hemos notado una cierta ralentización. También es cierto que venimos de un 2022 en el que parecía que la gente no se quería ir a casa nunca. Eso se notaba en las cajas de los bares y discotecas de los asociados. El gasto por persona este año será menor que el del año pasado.

¿A qué creen que se debe? ¿La gente cuida más su bolsillo?
—Lo estamos notando. Soplan vientos de crisis en Inglaterra y Alemania. Los turistas siguen viniendo de vacaciones, pero a la hora de salir, son más cautelosos con lo que gastan, el año pasado no fue así. Aún así, creo que las cuentas del sector estarán saneadas por fin después de los años COVID.

¿Hay alguna zona que les preocupe más que otras?
—Magaluf, sin duda. Su situación es un tanto complicada. Los hoteleros están haciendo ofertas de hasta un 40 % para llenar. El problema es que saben qué tipo de clientes no quieren, pero no se aclaran con el que buscan. No está definido, y se está notando.

¿Cuál cree que es el camino?
—El ocio nocturno lleva años demonizándose porque se tiende a confundir el turismo de ocio con los excesos, y no es lo mismo. Mallorca, por ejemplo, no puede vivir solo de las familias que vienen de vacaciones. Si no salen del complejo hotelero, el bar, la tienda o el restaurante de al lado terminarán cerrando.

¿Hacia dónde tenemos que mirar?
—Hacia Ibiza, por supuesto. Lo están haciendo muy bien. Un político me dijo que estamos convirtiendo Mallorca en la isla más aburrida del Mediterráneo. Y no va desencaminado. Ya no hay discotecas famosas en Mallorca y Palma, por ejemplo, se está quedando sin ocio nocturno.

¿El ocio diurno ha llegado para quedarse?
—Desde luego se ha notado el trasvase de horarios. Pero hay que trabajar para que cada local cumpla con las ordenanzas municipales y realicen la actividad del tipo de licencia que tienen.