La ciencia ha avanzado bastante en investigación y tratamientos durante los últimos años. | Fernando Zhiminaicela

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La esclerosis múltiple es una enfermedad autoinmune inflamatoria desmielinizante crónica y neurodegenerativa que afecta al sistema nervioso central, que padecen 100 de cada 100.000 habitantes. Se trata de una incidencia significativa, por lo que es importante tener claro cómo detectarla, ya que el diagnóstico precoz permite lograr mejores resultados para el paciente.

Carmen Calles, doctora del hospital de Son Espases, explica que «los síntomas de la esclerosis múltiple son muy diversos y en cada paciente pueden ser diferentes; incluso un mismo individuo puede presentar síntomas diferentes a lo largo de la evolución de su enfermedad, por ello se conoce como 'la enfermedad de las mil caras'». señala. En este punto, describe que «los síntomas dependen de la zona donde se lesiona la mielina. Los más frecuentes son los problemas de movilidad por pérdida de fuerza en las piernas o los brazos, alteración del equilibrio, pérdida de visión o visión doble, alteración en el control de la orina, temblor, rigidez en las piernas. Además, pueden aparecer síntomas denominados 'invisibles' que son difíciles de percibir por el entorno del paciente pero que pueden generar discapacidad como la fatiga, la alteración de la memoria y la concentración o los problemas emocionales como la ansiedad o la depresión». Estas señales pueden presentarse de forma aislada o agruparse varios y aparecen a lo largo de varios días; es lo que se denomina brote de la enfermedad.

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Además, puntualiza que hay varios tipos de esclerosis múltiple. «La forma más frecuente es la remitente-recidivante, que aparece en un 85 % de los pacientes y cursa con brotes que pueden recuperarse de forma completa o quedar alguna secuela; posteriormente, pueden estar asintomáticos durante largos periodos de tiempo hasta que aparece un nuevo brote». Además, añade que «al cabo de 15-20 años del diagnóstico de la enfermedad, los pacientes pueden evolucionar a una forma secundaria progresiva en la que puede seguir habiendo brotes o no pero lo característico es un curso progresivo de la discapacidad. La forma primaria progresiva es menos frecuente, aparece en un 15 % de los pacientes y desde el inicio la enfermedad tiene un curso progresivo».

Diagnóstico

La doctora Calles expone que «la sintomatología hace sospechar el diagnóstico, que se confirma con la resonancia magnética, que permite visualizar las lesiones que aparecen en el cerebro y la médula espinal y que tienen una morfología y una distribución características de la enfermedad. Posteriormente, el diagnóstico se complementa con una punción lumbar para analizar el liquido-cefaloraquídeo y poder detectar la inflamación que se produce en el sistema nervioso central». En este punto, defiende que «es importante realizar un diagnóstico precoz que nos permita plantear un tratamiento modificador del curso de la enfermedad de forma temprana, que va a permitir mejorar el pronóstico a largo plazo de los pacientes», destaca.