El historiador Guillem Morro sujeta su novela 'Sang a l'altar de la revolta (fins a la quarta generació). | P. Pellicer

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El historiador Guillem Morro (Porreres, 1947) acaba de publicar Sang a l’altar de la revolta (fins a la quarta generació), editada por El Tall, una recreación, con fidelidad a los hechos históricos, de las Germanies, su líder Joanot Colom y sus descendientes.

¿Por qué una novela y no un estudio histórico?
—Estudios históricos sobre las Germanies hay muchos y yo mismo soy autor de varios. Ésta es mi tercera novela histórica. Me interesa el componente ficticio porque resulta más atractivo para el lector y me permite ir más allá de lo documentado y adentrarme en la vida cotidiana de esa época.

Toma como referencia el presidio de Joanot Colom antes de su ejecución y de otros dos mil ‘agermanats’ en Bellver.
—De ese período no sabemos nada y lo que hago en la novela es crear un diálogo entre Joanot y un sobrino ficticio, Antoni, ambos presos en Bellver. A través de ese diálogo intento acercar al lector a los episodios reales de la Germania.

No sólo se ejecutó a Joanot Colom, sino que se le descuartizó y su cabeza quedó expuesta en la Porta Pintada durante 299 años.
—La condena no acabó ahí y ése es el eje del libro. Los descendientes de Joanot Colom quedaron inhabilitados para cualquier honor, cargo o función pública durante cuatro generaciones. La descendencia de Joanot Colom fue anametizada.

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¿Y qué descendencia real tuvo?
—Sólo está documentada una hija. En la novela creo un hijo póstumo y a partir de ahí las cuatro generaciones que fueron castigadas por tener a Joanot Colom como antepasado.

¿Qué podemos destacar de esa recreación?
—Que vivieron una vida muy dura. En la novela, los herederos de Colom huyen a València o se dedican al bandolerismo porque la vida en Mallorca se les hace insoportable. Aun así, se muestran como una familia valiente y luchadora contra la adversidad del día a día. De esta manera, recreo también la atmósfera y las condiciones de vida de los mallorquines en general, que eran muy malas. De ahí el incremento del bandolerismo. Se calculan unos mil bandoleros en Mallorca durante los siglos XVI y XVII. No era una vocación. Una parte de la sociedad se vio abocada a ello. Tras las Germanies, hubo un ambiente de represión y el 90 % del presupuesto del Reino se destinaba a pagar las rentas de los privilegiados. Con la derrota de los agermanats ante el rey Carlos I, se impone a todo el Reino el pago de 136.000 libras. El rey no hace justicia y el precio del perdón tiene un coste muy alto.

Y en la novela, ¿los descendientes de Joanot Colom le consideran un héroe o el causante de sus desgracias?
—No es un héroe para ellos. De hecho, el sobrino Antoni escribe unas memorias a partir de su diálogo con Joanot en Bellver que la familia irá conservando, pero ignorándolas. En una quinta y sexta generación, Magdalena Colom cede las memorias a su hijo, también llamado Joanot.

¿Qué es más fácil, la investigación histórica o la novela histórica?
—Es más fácil la investigación histórica, que, simplificando mucho, se limita a la consulta de documentos y su transcripción. En la novela hay que pararse a pensar y encontrar un hilo conductor que pueda interesar al lector y crearle un cierto impacto. Además, he intentado aproximarme al vocabulario de la época.

Tras el quinto centenario de las Germanies, ¿viviremos otra época de desinterés?
—Creo que con el quinto centenario se ha hecho un trabajo muy importante, con libros editados y una recuperación de la memoria de ese episodio, pero es verdad que en Mallorca nos caracterizamos por la poca estima por la cultura y la historia propias.