Lino Salas, voluntario, posa en la sede del Teléfono de la Esperanza en Baleares.    | Pere Bota

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Lino Salas (México, 1950) es, probablemente, la persona que más conoce el Teléfono de la Esperanza en Baleares. Su andadura por esta ONG comenzó en 1986, justo en el momento en que participaba en la inauguración de Projecte Home. Lino es licenciado en Filosofía y Sociología, y en Mallorca se sacó Periodismo. En 2016, ya jubilado, le propusieron ser el portavoz del Teléfono hasta 2019. Hoy sigue detrás de todo lo que tiene que ver con la prevención del suicidio pero como voluntario. Dice que la escucha activa por parte del orientador es fundamental. De hecho, tiene un gran impacto positivo. Y confía en que el suicidio deje de ser una «realidad silenciada».

El suicidio es la primera causa de muerte no natural en España. ¿Por qué aún así es una realidad silenciada?
— Hay diferentes motivos. Uno es el familiar, porque cuando ocurre un suceso muchas veces aparece la culpa. Otro motivo de que sea una realidad silenciada es la falta de rigor en la recogida de datos. Lo que se ha observado durante años es que distintas entidades buscamos como objetivo romper el tabú.Y en estos últimos 20 años se han dado grandes pasos. Los medios de comunicación tienen aquí un papel fundamental.

¿Cómo es la intervención por parte del orientador?
— En primer lugar, se debe hacer una escucha activa. Hay muchos llamantes que tienen la necesidad de que se les escuche. Y cuando es activa significa acoger, empatizar, no juzgar y orientarle. Nunca damos consejos, sino más bien el papel del orientador es ponerse como un espejo delante de la persona y hacerle preguntas. Porque cuando alguien llama tiene una carga emocional muy fuerte. Si escuchamos, esa carga se reduce y entonces consiguen verbalizar sus emociones, la soledad que viven, su ansiedad o depresión. El 77 % terminan la llamada y agradece la escucha. Hay un 10 % de esa gente que cuelga el teléfono.

¿Por qué más de la mitad de las personas con ideas suicidas no logra encontrar la ayuda?
— Por lo general, a las personas les cuesta mucho pedir ayuda. Un dato curioso en la memoria de este trimestre es que el 7 % de las 2.474 llamadas alTeléfono de la Esperanza fueron silenciosas, esto es, que marcaron el teléfono pero no decían nada. Cuando sucede esto, o es la primera vez que llaman o su carga emocional es tan fuerte que no son capaces de pedir ayuda. Cuando llaman y aguantan más de un minuto al teléfono, es un mensaje SOS, de auxilio.

¿Cómo es la formación de un orientador?
— El Teléfono de la Esperanza realiza dos cursos a lo largo del año académico. Este próximo 30 de septiembre convocamos a más de 40 personas interesadas en empezar la formación, que será en octubre. La primera sesión es un intensivo de tres días en Lluc y luego clases semanales durante 12 semanas. En marzo de 2023, habrá otro curso intensivo para empezar ya como orientador en septiembre de 2023. Se imparten temas sobre el autoconocimiento y las emociones. Sócrates decía «conócete a ti mismo» y es justo lo que se necesita para poder ayudar a los otros, porque si no tendrán dificultades.

¿Cree que faltan más medidas de prevención y sensibilización?
— Sí, y mientras no exista un plan estatal de prevención de la conducta suicida todos nuestros esfuerzos no tendrán salida. En otros países, como Alemania, ya tienen uno. Incluso en Japón, país con más suicidios del mundo.

¿Y qué cree que está fallando en el sistema para que el suicidio aumente y llegue a los jóvenes?
— Vivimos en una sociedad consumista, donde parece que todo se compra y se puede conseguir fácil, y también de la rapidez. Entonces, esto promueve valores que no son sólidos. En el caso de los adolescentes, es necesario educar bajo responsabilidad, que asuman retos y haya cierto sacrificio porque si no, al generar expectativas que no llegan a alcanzar, tendrán frustración.