Ouadrassi, el día que conversó con este diario. | Jaume Morey

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Además de articulista de este periódico, Abderrahim Ouadrassi (Tánger, 1975) es empresario, presidente de la cadena Saif Hotels, que opera principalmente en Marruecos, y de la ONG Fundación Euroáfrica. Muy comprometido con los derechos de la inmigración, presenta, este viernes 15, su primer libro: Africalización, puentes y muros para un nuevo mundo globalizado. Será en Can Oleo, a las 18 horas.

¿Africalización?
— Es el proceso por el que se dota de elementos propios de la cultura africana a un proceso o lugar. Es un término nuevo y clave para cualquier internacionalización. El libro es una selección de artículos y de versiones extendidas sobre cómo llevar la cultura africana a otros países. También sobre las relaciones internacionales, tanto en Europa como en Oriente Medio.

Dedica dos textos a las vacunas. ¿Puede Europa empezar con la tercera dosis sin que África complete la segunda?
— Primero habría que vacunar a África. Hasta que no esté toda vacunada no estaremos a salvo. Allá se ha pasado por diferentes fases, desde el negacionismo a la convivencia con el virus, pasando por el caos que supuso que todos buscaban cómo conseguir vacunas. Y también hay diferentes escenarios. En Marruecos casi se ha llegado a la inmunidad de grupo y en el África subsahariana el porcentaje es mínimo. China y Rusia están donando y otros países deberían hacerlo.

¿Qué representa Marruecos? ¿Es la vanguardia de África?
— Es vanguardia y puente entre continentes. Es la última puerta de África y la primera de Europa. Es una plataforma y un puente, hacia fuera sí, pero también hacia dentro. Invierte y estará ayudando a contener el radicalismo islámico.

La palabra puente aparece en el título de su libro. ¿Quién lo construye y qué supone?
— Lo construye el pasado, no hay que olvidar la deuda histórica; lo construye el presente, estamos a 15 kilómetros y lo construye el futuro. En 2050 habrá 150 millones de africanos en Europa. Sólo a España, en esos 20 años, llegarán 10 millones.

Además, África son, también, las pateras y la inmigración. ¿El puente no es una ilusión y un señuelo?
— El puente es una realidad y la inmigración también. Hay que poner medios y tomárselo en serio. No se puede cerrar los ojos a que los inmigrantes sueñan con venir a Europa. Pero vienen a trabajar. En España son mano de obra para un país con cifras de natalidad muy bajas. La inmigración ayuda a Europa y, en el caso de Mallorca, la mayoría de gente después de aportar su trabajo, regresa a su país de origen a cuidar a sus familias. La Unión Europea les está fallando.

¿En que sentido?
— Falla, primero, por ignorancia. No tiene un conocimiento real de la inmigración, sólo por lo que ve en la tele cuando llega una patera. Es como si no tuviera una voluntad real de, entre comillas, controlar o regular legalmente la inmigración. Hacen falta medios y políticas activas. Y no hay que olvidar la respuesta social: la ciudadanía no termina de ser consciente de lo que supone el drama migratorio. Por eso no hay una presión real sobre los gobiernos.

¿Cuál es su caso?, ¿cómo llego usted a España?
— Vine a España tras acabar en Rabat mis estudios de Filología Inglesa. Vine a completarlos y realicé másters en administración de empresas. En realidad no era ni mi objetivo ni mi sueño quedarme en Europa. Mi generación no inmigraba. Ahora puedo decir que soy un mallorquín nacido en Tánger.

Y preside una cadena hotelera en Marruecos y, a la vez, una ONG y muestra sensibilidad por la inmigración. Defina su papel ¿Es un mediador?
— Por mi origen, creo que tengo una obligación moral tanto con África como con Europa. Tanto desde la empresa como desde la fundación Euroáfrica. Aspiro a romper estereotipos. África no es un continente que se muere de hambre y del que todos quieren salir.